lunes, 22 de octubre de 2012

CAPITULO V


Con ágil trote se fueron internando en el frondoso bosque, la neblina aun les proporcionaba cierto cobijo de las miradas curiosas de las aldeas cercanas, todos caminaban en silencio, con la mirada atenta cual jaguar en caminata de reconocimiento, los oídos abiertos y las armas listas para ser utilizadas en caso fuera necesario, aunque sus órdenes habían sido específicas, con todo contra la aldea, no toquen a nadie más a menos que sea sumamente necesario, aunque la descripción “sumamente necesario” podría ser interpretada como se les viniera en gana.

El líder de aquel comando vio el camión del ejercito escondido en las faldas del cerro, justo donde habían definido que debían esperarlos y a la hora pactada, todo estaba milimétrica-mente calculado, no había espacio para errores ni distracciones, antes de llegar al vehículo rodearon el área, inspeccionaron por curiosos, después de asegurarse que todo estaba en orden entonces procedieron a subirse a la parte trasera del mismo y el piloto emprendió el viaje sin pregunta alguna, ahora estaban seguros, pensaban ellos.

Fue en ese momento que la misión se completó, fue allí donde las mentes quedaron libres de pensar y analizar lo sucedido, por lo menos de forma individual, pues todos sabían que en aquella aldea nada había pasado y no lo hablarían ni entre ellos, esas eran las ordenes, cualquiera que cuestionara algo sabía que aparecería muerto, con el tiro de gracia en su cráneo y flotando en algún río de aguas negras.

¿Alguien preguntaría algún día por aquellas humildes personas que tan salvajemente habían sido asesinadas? Pensaba uno de los soldados, el simplemente cumplía órdenes y le habían enseñado a no cuestionarlas, así funcionaba el ejército se decía a si mismo, de esa forma calmaba su conciencia y adormecía el sentimiento de culpa, además él estaba haciendo un bien al país, así le habían dicho, así que si alguien preguntaba en el futuro por aquel hecho solo podría ser para premiarlo, pensaba recostado en una esquina del camión con los ojos entrecerrados.

Así pasaban los pensamientos de la mayoría, algunos aun saboreando los momentos de crueldad que habían pasado hace poco, aun con el sentimiento de poder supremo en sus venas y recordando con una sádica sonrisa los gritos de piedad que pululaban en el aire, recordando con satisfacción a aquellas personas que después de ser desmembradas en vida les pedían, casi suplicando, que acabaran con sus vidas pues no podían soportar más dolor, era un trabajo satisfactorio para algunos

Sentado cerca de la entrada del camión, con la mirada inexpresiva de siempre y aun con los sentidos alerta, se encontraba el líder del comando, este ser tenía en sus pensamientos un poco de todos los anteriores, pero adicionalmente tenía una pregunta un poco más complicada de responder, una pregunta que no tenía derecho a preguntarse, una pregunta que no tenía derecho a pensar, pero que no podía evitar pues eran ya muchos de estos eventos en sus recuerdos, mucha sangre entre sus manos, muchas vidas en su espalda…

-       ¡Capitán! Insurgentes en los matorrales – dijo uno de los soldados mientras su arma ya apuntaba a los caminantes
-       Baje el arma – dijo calmadamente
-       Capitán, tenemos órdenes expresas, cualquier insurgente visto debe ser asesinado – respondió el mismo soldado mientras otro par se disponían a apuntar
-       ¡Bajen las armas! – dijo sin dar mas explicación
-       … Capitán…
-       Bajen las armas, no lo repetiré – les dijo mientras les apuntaba con su fusil a los insurrectos
-       A la orden capitán
-       Ahora vean de nuevo y miren a sus peligrosos insurrectos.

De entre los matorrales salieron con alegre caminar ocho niños, en sus cabezas cargaban leña para calentar sus hogares, con una infancia arrebatada por la pobreza trabajaban entre risas y juegos, una pelota plástica y maltrecha era el motivo del alboroto que, sin saberlo, por poco les cuesta la vida en aquella mañana de marzo de 1,983.

No hubo más palabras en aquel camión, las miradas continuaron fijas en las laderas del camino, esta vez simplemente viendo las verdes montañas, el azul cielo y escuchando el cantar de los arboles al paso del suave viento de primavera, el traqueteo del camión y su constante saltar al pasar por una carretera de terrecería en deplorables condiciones acompañaban el pensar de todos.

El capitán retomaba su introspección, con más miedo que curiosidad se preguntaba si aquello que habían hecho realmente estaba bien, ¿qué peligro podrían presentar aquellos campesinos?, recordaba sus propios orígenes cargando leña, como aquellos niños que hace poco habrían visto, que entre sus hermanos también habían quienes pensaban que la dictadura no era la solución ni lo mejor para el país, pero esos temas no se hablaban, la familia era para compartir y preferían dejar ideologías al margen, por seguridad de todos.

-       Capitán, informan por radio que hay enfrentamientos a 30 minutos de aquí
-       ¿Posibilidad de emboscada?
-       Alta mi Capitán, parece que los pobladores nos están esperando para atacar al camión
-       Detenga la marcha, esconda el camión,
-       Si señor
-       Abajo, tomen posiciones, no quiero disparos hasta que yo no de la orden, ¿entendido?
-       Si señor,
-       Soldados tomen posiciones, radio comunique al Coronel que no seguiremos el camino y que esperaremos aquí por órdenes
-       Si señor

Entre la maleza y los arboles tomaron posiciones los soldados, mezclándose con la maleza y permaneciendo inmóviles, como les habían adiestrado, esperarían las instrucciones del capitán y el a su vez del Coronel, el sabría qué hacer y cuando, por ahora solo debían estar alertas, no sabían que estaba pasando pero debían estar alerta, seguramente en las cercanías del enfrentamiento que se estaba dando en aquellos momentos, kilómetros más adelante, habrían periodistas y eso no era algo que les conviniera a ningún miembro del estado.

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