Con ágil trote se fueron internando en el
frondoso bosque, la neblina aun les proporcionaba cierto cobijo de las miradas
curiosas de las aldeas cercanas, todos caminaban en silencio, con la mirada
atenta cual jaguar en caminata de reconocimiento, los oídos abiertos y las
armas listas para ser utilizadas en caso fuera necesario, aunque sus órdenes habían
sido específicas, con todo contra la aldea, no toquen a nadie más a menos que
sea sumamente necesario, aunque la descripción “sumamente necesario” podría ser
interpretada como se les viniera en gana.
El líder de aquel comando vio el camión
del ejercito escondido en las faldas del cerro, justo donde habían definido que
debían esperarlos y a la hora pactada, todo estaba milimétrica-mente calculado,
no había espacio para errores ni distracciones, antes de llegar al vehículo
rodearon el área, inspeccionaron por curiosos, después de asegurarse que todo estaba
en orden entonces procedieron a subirse a la parte trasera del mismo y el
piloto emprendió el viaje sin pregunta alguna, ahora estaban seguros, pensaban
ellos.
Fue en ese momento que la misión se completó,
fue allí donde las mentes quedaron libres de pensar y analizar lo sucedido, por
lo menos de forma individual, pues todos sabían que en aquella aldea nada había
pasado y no lo hablarían ni entre ellos, esas eran las ordenes, cualquiera que
cuestionara algo sabía que aparecería muerto, con el tiro de gracia en su cráneo
y flotando en algún río de aguas negras.
¿Alguien preguntaría algún día por
aquellas humildes personas que tan salvajemente habían sido asesinadas? Pensaba
uno de los soldados, el simplemente cumplía órdenes y le habían enseñado a no
cuestionarlas, así funcionaba el ejército se decía a si mismo, de esa forma
calmaba su conciencia y adormecía el sentimiento de culpa, además él estaba haciendo
un bien al país, así le habían dicho, así que si alguien preguntaba en el
futuro por aquel hecho solo podría ser para premiarlo, pensaba recostado en una
esquina del camión con los ojos entrecerrados.
Así pasaban los pensamientos de la mayoría,
algunos aun saboreando los momentos de crueldad que habían pasado hace poco,
aun con el sentimiento de poder supremo en sus venas y recordando con una sádica
sonrisa los gritos de piedad que pululaban en el aire, recordando con satisfacción
a aquellas personas que después de ser desmembradas en vida les pedían, casi
suplicando, que acabaran con sus vidas pues no podían soportar más dolor, era
un trabajo satisfactorio para algunos
Sentado cerca de la entrada del camión,
con la mirada inexpresiva de siempre y aun con los sentidos alerta, se
encontraba el líder del comando, este ser tenía en sus pensamientos un poco de
todos los anteriores, pero adicionalmente tenía una pregunta un poco más
complicada de responder, una pregunta que no tenía derecho a preguntarse, una
pregunta que no tenía derecho a pensar, pero que no podía evitar pues eran ya
muchos de estos eventos en sus recuerdos, mucha sangre entre sus manos, muchas
vidas en su espalda…
-
¡Capitán! Insurgentes en los
matorrales – dijo uno de los soldados mientras su arma ya apuntaba a los
caminantes
-
Baje el arma – dijo calmadamente
-
Capitán, tenemos órdenes
expresas, cualquier insurgente visto debe ser asesinado – respondió el mismo
soldado mientras otro par se disponían a apuntar
-
¡Bajen las armas! – dijo sin
dar mas explicación
-
… Capitán…
-
Bajen las armas, no lo repetiré
– les dijo mientras les apuntaba con su fusil a los insurrectos
-
A la orden capitán
-
Ahora vean de nuevo y miren a
sus peligrosos insurrectos.
De entre los matorrales salieron con
alegre caminar ocho niños, en sus cabezas cargaban leña para calentar sus
hogares, con una infancia arrebatada por la pobreza trabajaban entre risas y
juegos, una pelota plástica y maltrecha era el motivo del alboroto que, sin
saberlo, por poco les cuesta la vida en aquella mañana de marzo de 1,983.
No hubo más palabras en aquel camión, las
miradas continuaron fijas en las laderas del camino, esta vez simplemente
viendo las verdes montañas, el azul cielo y escuchando el cantar de los arboles
al paso del suave viento de primavera, el traqueteo del camión y su constante
saltar al pasar por una carretera de terrecería en deplorables condiciones acompañaban
el pensar de todos.
El capitán retomaba su introspección, con
más miedo que curiosidad se preguntaba si aquello que habían hecho realmente
estaba bien, ¿qué peligro podrían presentar aquellos campesinos?, recordaba sus
propios orígenes cargando leña, como aquellos niños que hace poco habrían visto,
que entre sus hermanos también habían quienes pensaban que la dictadura no era
la solución ni lo mejor para el país, pero esos temas no se hablaban, la
familia era para compartir y preferían dejar ideologías al margen, por
seguridad de todos.
-
Capitán, informan por radio que
hay enfrentamientos a 30 minutos de aquí
-
¿Posibilidad de emboscada?
-
Alta mi Capitán, parece que los
pobladores nos están esperando para atacar al camión
-
Detenga la marcha, esconda el camión,
-
Si señor
-
Abajo, tomen posiciones, no
quiero disparos hasta que yo no de la orden, ¿entendido?
-
Si señor,
-
Soldados tomen posiciones, radio
comunique al Coronel que no seguiremos el camino y que esperaremos aquí por órdenes
-
Si señor
Entre la maleza y los arboles tomaron
posiciones los soldados, mezclándose con la maleza y permaneciendo inmóviles,
como les habían adiestrado, esperarían las instrucciones del capitán y el a su
vez del Coronel, el sabría qué hacer y cuando, por ahora solo debían estar
alertas, no sabían que estaba pasando pero debían estar alerta, seguramente en
las cercanías del enfrentamiento que se estaba dando en aquellos momentos, kilómetros
más adelante, habrían periodistas y eso no era algo que les conviniera a ningún
miembro del estado.
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