lunes, 2 de junio de 2025

A sorbos

Sorbo a sorbo se va consumiendo el café de aquella mañana, día nublado de junio en el que el cielo parece informar que pronto dejará caer gotas de frescura. Desde aquella esquina del café se pueden apreciar las prisas de las que muchos son esclavos, algunos sin saberlo, caminando acelerados hacia algún lugar, o quizás en círculos, el bullicio es el telón de fondo de algo que parece una obra teatral del sinsentido.

Nuestro personaje da un sorbo más a su café, espumoso, temperatura perfecta, café de mediana calidad, poco le importa todo aquello, su mirada está perdida en algún lugar de la multitud, reconociendo en aquel momento los muchos ayeres que ya se agolpan en su espalda y como los sueños del mañana son cada vez más escasos y difusos, como si el tiempo hubiera saltado, y él queriendo entender cuando fue que la vida pasó y si aún existe algo por venir.

En su mente se amontonan vivencias del ayer, sublimes momentos de locura, carcajadas de otros tiempos, inocentes ideas del ayer que veían al futuro con entusiasmo y esperanza, días aquellos en que un pedazo de ser estaba listo para entrar a una batalla de la que no se enteraba, presto para hacer frente a enemigos que emergían desde su interior, preparándose para el descubrimiento de sí mismo sin siquiera ser consciente de las cosas que estaban por venir.

Otro sorbo al café, más ruido de fondo, el golpeteo de tacones que atraviesan aquel lugar a paso rítmico distraen su mente un momento, sus ojos se posan en un espejo en la distancia, se reconoce, roto hasta la medula y rearmado con mucha paciencia, lleno de grietas y pedazos ausentes que regaló a otras almas, apenas de pie, sostenido únicamente por las escasas certezas que en su ser existen, tan pocas que pueden contarse con una mano y sobran dedos, certezas que pocos conocen y aun menos comparten, es tan poco lo certero en este mundo, se dice a si mismo.

Su curiosidad aun late, más lento tal vez, persiguiendo las muchas dudas que al pasar de los años no han hecho más que multiplicarse, son las dudas que la mayoría da por certezas, pero es allí donde late la duda y le permite seguir descubriendo el mundo, tal vez a otro ritmo, tal vez con otros ojos, tal vez desde el reflejo fragmentado de un alma desquebrajada que ha sido testigo de que la vida puede no ser una línea recta.

La taza ya va a la mitad, el inventario de presencias es cada vez menor mientras las ausencias se multiplican, los “hubiera” intentan abrirse paso para generar aún más nostalgia, él los detiene, no se puede dar ese lujo en medio de tantas personas, lo que fue, fue, ya no hay nada por hacer, muchos partieron sin decir adiós, otros nunca supieron que estuvieron allí, otros decidieron partir, todos se llevaron su pedazo de alma, todos dejaron un espacio, aportaron a las grietas, reflejos y luces de aquel hombre sostenido quien sabe porque.

Se vacía la taza, el mesero ofrece un poco más, él, como siempre, acepta, y regala una sonrisa impecable y una mirada alegre, su principal escudo, su armadura ante la vida, esa que ha perfeccionado a través del tiempo, esa que pocos identifican, esa que es envidiada por muchos, esa que le permite estar aislado del mundo mientras se cae y reconstruye, pieza a pieza, pedazo a pedazo, soñando con que alguien que se fue hace mucho pudiera verlo y sentirse orgulloso.

Escucha su nombre, voltea a ver, la persona que espera finalmente llega, se estrechan las manos, toman asiento y la conversación de temas mundanos inicia, reuniones de trabajo les llaman, todo lo vivido entre sorbos de café desaparece de su mirada y se guarda en el compartimento secreto que comparten su corazón, su alma y su mente, ese que solo permiten ser abierto de vez en cuando, en lugares seguros, cuando el mundo puede rugir alrededor, sin ver a nadie.

Sorbo a sorbo, si se le fue la mitad de la vida, y mientras enfoca sus sentidos para atender aquella conversación, su mirada se vuelve a posar en el espejo resquebrajado, sonríe casi imperceptiblemente, reconoce la belleza de aquel espejo resquebrajado, que dispara luces, que refleja momentos, que guarda memorias y que se sostiene, apenas, sin saber exactamente por qué, pero sigue allí.

La taza queda a la mitad, la reunión finaliza, la sonrisa aparece para despedir aquel momento.

… y su mente le susurra al oído, “Sorbo a sorbo”, así es como se bebe la vida, mientras el alma ve y el corazón late, el sonríe nuevamente, esta vez no es la armadura…



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