El capitán colgó el teléfono y vio a los
otros oficiales a su alrededor disfrutando las mieles del sexo y el licor, cual
festín romano de hace varios siglos, risas y comentarios soeces inundaban el
ambiente, el sabía que estaba en el punto más alto de la montaña, tenía dinero,
tenía mujeres, tenía amigos, pero por sobre todas las cosas tenia poder,
suficiente para apagar cuántas vidas se le antojara, pero debía tener cuidado y
seguir siendo útil para los generales, de esa forma aseguraría los jugosos beneficios
de los que ahora gozaba.
-
Patojas salgan de aquí, quiero
hablar con los oficiales – dijo el capitán aun inmerso en sus pensamientos
-
Pero capi, si aún estamos atendiéndolos
como se merecen – dijo melosamente una de ellas
-
¡Que se me vayan a la mierda! –
gritó enfurecido mientras las complacientes compañeras salían corriendo del
lugar
-
¿Pasa algo capitán? - pregunto
uno de sus allegados con cara de preocupación mientras se volvía a vestir
-
Esos pendejos no entienden –
dijo como quien piensa en voz alta
-
¿Quiénes no entienden?
-
Esos que siguen dando comida a los
guerrilleros, ¡NO ENTIENDEN!
-
Tiene razón capitán, a este
ritmo vamos a dejar sin nadie que siembre maíz en unos meses
Después de unos minutos de tenso silencio
el capitán hecho a reír descontroladamente, todos los demás lo secundaron sin
estar claros de la razón de aquella risa escandalosa, sin saber que pasaba por
la mente del capitán, si siquiera saber si había algo que fuera meritorio de
aquella risa, pero en aquella estructura no se pregunta, se obedece y cual
manada de leones salvajes todos deben alinearse al macho dominante si quieren
sobrevivir, él es quien provee seguridad, alimento y cubre necesidades, nadie
quiere estar en contra de quien ostenta el poder, por lo menos no mientras
ostente el poder.
El capitán pidió por teléfono que los
encargados de limpieza llegaran a limpiar aquel tiradero, mientras se sentaba
en su escritorio y pensaba el siguiente movimiento, se tomaba a pecho la
responsabilidad que sus superiores le habían encomendado, “confiamos en usted”
le habían dicho, él no quería perder todas los beneficios que aquellas palabras
habían traído, reunió a los oficiales e iniciaron a detallar el plan que debían
implementar en los siguientes meses.
Los oficiales, algunos aún bajo efecto
del alcohol, veían el informe y discutían acerca de la mejor estrategia para
reducir al orden a aquellas aldeas subversivas que habían sido identificadas
como proveedoras de alimento y resguardo de los guerrilleros, esas aldeas debían
pagar el precio de su falta de patriotismo y aprovecharían para que fueran
ejemplo para el resto de poblaciones.
-
Capitán, ¿qué haremos con esos
reporteros de otros países que andan aquí husmeando?
-
¿Qué vamos a hacer? Nada, o se
alinean o les va igual que a los de las aldeas
-
Pero eso puede traerle
problemas a los jefes – dijo tímidamente uno de los presentes
-
¡JODER!, esos tipos solo para
eso sirven, pero tenés razón, ¿sabes qué?, los vamos a encerrar en su hotel,
diremos que por su seguridad no pueden salir y lo retenemos allí hasta el final
de la operación.
-
Y cuando salgan y vean la
matanza van a saber que fue el ejercito
-
Puede ser que lo sepan, pero no
tendrán pruebas y se tendrán que conformar con la versión oficial, un grupo de guerrilleros
bajo de la montaña y acabo con la aldea
-
¿Y los gringos no se irán a
poner bravos?
-
Jajaja, ¿los gringos? vos no
entendes nada verdad vos, si esos son los que nos están dando la plata, no te
preocupes por ellos, preocupate por los periodistas nada mas
Todos estallaron en risas, como si
alguien hubiera contado un chiste, una anécdota simpática o un caso que
mereciera aquel acto, mientras tanto el sol ya aparecía en el horizonte, las
horas de la noche habían pasado entre risas, planes y ahora estaban simplemente
esperando la llamada, el viento frio de la madrugada se hacía sentir y el aroma
a café recién preparado mantenía despiertos a los oficiales de inteligencia
militar, si es que ese nombre no es una contradicción en sí mismo.
El teléfono sonó con ese estridente
sonido típico del aparato aquel, el Capitán respondió de inmediato
-
Diga
-
Capitán, operación ha
finalizado con éxito
-
¿Sobrevivientes?
-
Ninguno
-
¿información incriminatoria?
-
Ninguna
-
¿Testigos?
-
Ninguno
-
Excelente trabajo,
felicitaciones, su país se lo agradece
-
Gracias
La llamada finalizo, el capitán y sus oficiales
celebraron al grito de viva Guate, se encaminaron al comedor del cuartel donde serían
atendidos generosamente, este era el primer paso y era clave para enviar a los
superiores la noticia de que el área estaba cada día mas en control de las
fuerzas armadas nacionales y menos en manos de los guerrilleros,
Al otro lado de la llamada se encontraba
el escuadrón de militares, cansados y aun llenos de sangre, algunos riendo de
forma descontrolada de todas las atrocidades cometidas, cuerpos destrozados
estaban por todos lados, mujeres partidas por la mitad con cuchillos militares
y los fetos de los niños que estaban en sus vientres yacían al lado de ellas, algunos
niños que aún no habían aprendido siquiera a gatear habían sido lanzados a las gélidas
aguas del rio que rodeaba la aldea, otros habían sido estrellados contra rocas
en medio de la mirada sádica de muchos de los ejecutores de aquel acto y de los padres de los indefensos, los hombres
estaban empalados desnudos y en sus bocas estaban sus propios genitales que les
habían sido cercenados en vida.
Al fondo algunas chozas ardían, en esas chozas
estaban las niñas que antes de ser asesinadas habían sido violadas repetidas
veces por los miembros de aquel escuadrón, sedientos de dolor, de sangre, de
miseria, de poder.
Al grito del líder todos se formaron y
fueron felicitados por el excelente trabajo, la misión había terminado
exitosamente y los superiores estaban felices, emprendieron la salida de
aquella aldea, detrás de ellos solo quedo muerte, tragedia, humillación y
sangre, misión cumplida dijeron satisfechos.
Entre los matorrales cercanos un testigo
aterrado y llorando en silencio vio cómo su familia fue asesinada, su madre la había
pedido salir de casa y le había dicho que debía esconderse si veía alguien
extraño, así lo hizo al ver que un soldado se acercaba en silencio a la aldea y
esa es la única razón por la cual seguía vivo, había pasado bajo aquel matorral
más de 12 horas, el frio le calaba los huesos, había presenciado todos los sucesos,
a sus ocho años de edad la vida le mostraba su lado más obscuro.
El batallón se alejaba ágilmente, perdiéndose
entre los árboles, como mensajeros de muerte que daban por terminado su trabajo
y emprendían el regreso a sus hogares con la satisfacción de quien ha terminado
su jornada, algunos habían pedido licencia de una semana pues en dos días llegaría
el Papa, máximo líder de la iglesia católica mundial, y ellos querían estar
presentes para recibir sus bendiciones.
No habían testigos dijeron al capitán,
algo no habían visto, alguien había presenciado aquel episodio y jamás lo olvidaría.
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