lunes, 15 de octubre de 2012

CAPITULO IV


El capitán colgó el teléfono y vio a los otros oficiales a su alrededor disfrutando las mieles del sexo y el licor, cual festín romano de hace varios siglos, risas y comentarios soeces inundaban el ambiente, el sabía que estaba en el punto más alto de la montaña, tenía dinero, tenía mujeres, tenía amigos, pero por sobre todas las cosas tenia poder, suficiente para apagar cuántas vidas se le antojara, pero debía tener cuidado y seguir siendo útil para los generales, de esa forma aseguraría los jugosos beneficios de los que ahora gozaba.

-       Patojas salgan de aquí, quiero hablar con los oficiales – dijo el capitán aun inmerso en sus pensamientos
-       Pero capi, si aún estamos atendiéndolos como se merecen – dijo melosamente una de ellas
-       ¡Que se me vayan a la mierda! – gritó enfurecido mientras las complacientes compañeras salían corriendo del lugar
-       ¿Pasa algo capitán? - pregunto uno de sus allegados con cara de preocupación mientras se volvía a vestir
-       Esos pendejos no entienden – dijo como quien piensa en voz alta
-       ¿Quiénes no entienden?
-       Esos que siguen dando comida a los guerrilleros, ¡NO ENTIENDEN!
-       Tiene razón capitán, a este ritmo vamos a dejar sin nadie que siembre maíz en unos meses

Después de unos minutos de tenso silencio el capitán hecho a reír descontroladamente, todos los demás lo secundaron sin estar claros de la razón de aquella risa escandalosa, sin saber que pasaba por la mente del capitán, si siquiera saber si había algo que fuera meritorio de aquella risa, pero en aquella estructura no se pregunta, se obedece y cual manada de leones salvajes todos deben alinearse al macho dominante si quieren sobrevivir, él es quien provee seguridad, alimento y cubre necesidades, nadie quiere estar en contra de quien ostenta el poder, por lo menos no mientras ostente el poder.

El capitán pidió por teléfono que los encargados de limpieza llegaran a limpiar aquel tiradero, mientras se sentaba en su escritorio y pensaba el siguiente movimiento, se tomaba a pecho la responsabilidad que sus superiores le habían encomendado, “confiamos en usted” le habían dicho, él no quería perder todas los beneficios que aquellas palabras habían traído, reunió a los oficiales e iniciaron a detallar el plan que debían implementar en los siguientes meses.

Los oficiales, algunos aún bajo efecto del alcohol, veían el informe y discutían acerca de la mejor estrategia para reducir al orden a aquellas aldeas subversivas que habían sido identificadas como proveedoras de alimento y resguardo de los guerrilleros, esas aldeas debían pagar el precio de su falta de patriotismo y aprovecharían para que fueran ejemplo para el resto de poblaciones.

-       Capitán, ¿qué haremos con esos reporteros de otros países que andan aquí husmeando?
-       ¿Qué vamos a hacer? Nada, o se alinean o les va igual que a los de las aldeas
-       Pero eso puede traerle problemas a los jefes – dijo tímidamente uno de los presentes
-       ¡JODER!, esos tipos solo para eso sirven, pero tenés razón, ¿sabes qué?, los vamos a encerrar en su hotel, diremos que por su seguridad no pueden salir y lo retenemos allí hasta el final de la operación.
-       Y cuando salgan y vean la matanza van a saber que fue el ejercito
-       Puede ser que lo sepan, pero no tendrán pruebas y se tendrán que conformar con la versión oficial, un grupo de guerrilleros bajo de la montaña y acabo con la aldea
-       ¿Y los gringos no se irán a poner bravos?
-       Jajaja, ¿los gringos? vos no entendes nada verdad vos, si esos son los que nos están dando la plata, no te preocupes por ellos, preocupate por los periodistas nada mas

Todos estallaron en risas, como si alguien hubiera contado un chiste, una anécdota simpática o un caso que mereciera aquel acto, mientras tanto el sol ya aparecía en el horizonte, las horas de la noche habían pasado entre risas, planes y ahora estaban simplemente esperando la llamada, el viento frio de la madrugada se hacía sentir y el aroma a café recién preparado mantenía despiertos a los oficiales de inteligencia militar, si es que ese nombre no es una contradicción en sí mismo.

El teléfono sonó con ese estridente sonido típico del aparato aquel, el Capitán respondió de inmediato

-       Diga
-       Capitán, operación ha finalizado con éxito
-       ¿Sobrevivientes?
-       Ninguno
-       ¿información incriminatoria?
-       Ninguna
-       ¿Testigos?
-       Ninguno
-       Excelente trabajo, felicitaciones, su país se lo agradece
-       Gracias

La llamada finalizo, el capitán y sus oficiales celebraron al grito de viva Guate, se encaminaron al comedor del cuartel donde serían atendidos generosamente, este era el primer paso y era clave para enviar a los superiores la noticia de que el área estaba cada día mas en control de las fuerzas armadas nacionales y menos en manos de los guerrilleros,

Al otro lado de la llamada se encontraba el escuadrón de militares, cansados y aun llenos de sangre, algunos riendo de forma descontrolada de todas las atrocidades cometidas, cuerpos destrozados estaban por todos lados, mujeres partidas por la mitad con cuchillos militares y los fetos de los niños que estaban en sus vientres yacían al lado de ellas, algunos niños que aún no habían aprendido siquiera a gatear habían sido lanzados a las gélidas aguas del rio que rodeaba la aldea, otros habían sido estrellados contra rocas en medio de la mirada sádica de muchos de los ejecutores de aquel acto y  de los padres de los indefensos, los hombres estaban empalados desnudos y en sus bocas estaban sus propios genitales que les habían sido cercenados en vida.

Al fondo algunas chozas ardían, en esas chozas estaban las niñas que antes de ser asesinadas habían sido violadas repetidas veces por los miembros de aquel escuadrón, sedientos de dolor, de sangre, de miseria, de poder.

Al grito del líder todos se formaron y fueron felicitados por el excelente trabajo, la misión había terminado exitosamente y los superiores estaban felices, emprendieron la salida de aquella aldea, detrás de ellos solo quedo muerte, tragedia, humillación y sangre, misión cumplida dijeron satisfechos.

Entre los matorrales cercanos un testigo aterrado y llorando en silencio vio cómo su familia fue asesinada, su madre la había pedido salir de casa y le había dicho que debía esconderse si veía alguien extraño, así lo hizo al ver que un soldado se acercaba en silencio a la aldea y esa es la única razón por la cual seguía vivo, había pasado bajo aquel matorral más de 12 horas, el frio le calaba los huesos, había presenciado todos los sucesos, a sus ocho años de edad la vida le mostraba su lado más obscuro.

El batallón se alejaba ágilmente, perdiéndose entre los árboles, como mensajeros de muerte que daban por terminado su trabajo y emprendían el regreso a sus hogares con la satisfacción de quien ha terminado su jornada, algunos habían pedido licencia de una semana pues en dos días llegaría el Papa, máximo líder de la iglesia católica mundial, y ellos querían estar presentes para recibir sus bendiciones.

No habían testigos dijeron al capitán, algo no habían visto, alguien había presenciado aquel episodio y jamás lo olvidaría.

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