jueves, 11 de octubre de 2012

CAPITULO II


En el gélido frío canadiense una familia toma su desayuno, escuchan las noticias de la economía mundial en este momento de especial inestabilidad, bancos rescatados, hipotecas sin pagar, países enteros tambaleando, el desempleo aumentando, el 2008 sería un año que recordaría a las generaciones cuan frágiles somos

El jefe de la familia saboreaba un jugo de naranja con esa mirada perdida tan característica de él, la familia había aprendido a convivir con el de esa forma, no preguntaban mucho y cuando lo hacían no recibían respuestas, por lo menos no las que esperaban recibir.

Llaman a la puerta, un golpe seco y repetitivo avisa que alguien esta fuera, la mayor de las hijas se dirige a la puerta mientras el resto de la familia continua en su caótico desayuno dominical.

-       Buenos días, quisiéramos hablar con el señor Gonzalez – dijo el hombre de traje formal al tiempo que su compañero asentía con la cabeza
-       Si, quien lo busca
-       Policía internacional, por favor dígale que necesitamos hablar con el

Antes de que la niña pudiera decir palabra, el padre se levantó casi automáticamente de la mesa, su mirada en ese momento fue diferente, como si este momento lo hubiera estado esperando hace mucho tiempo, acaricio el rostro de su esposa tiernamente y le dio un suave beso en los labios, tomo de las manos a sus hijas, las abrazo con todo el amor que un padre puede tener y les dijo cuanto las amaba, tomo su chaqueta de cuero y se dirigió a la puerta

-       Señor, estamos aquí…
-       Sé por qué están aquí, no necesita explicarse – dijo casi susurrando
-       Debo esposarlo, es el procedimiento
-       Adelante, haga lo que es su deber

Dicho lo anterior los hombres se dirigieron al auto patrulla que esperaba fuera, había otro auto de respaldo, entro tranquilamente en la parte trasera del auto y vio en ese momento como era que su esposa lo veía sin entender que sucedía, sus hijas derramaban lagrimas sin saber la razón de aquel evento, él les regalo una última mirada y en sus labios se leía la frase “las amo”

El vehículo partió y poco a poco fue dejando atrás la casa y la familia del señor Gonzalez, su mirada estaba viendo el paisaje de la carretera al otro lado de la ventana mientras en su mente se posicionaba en un remoto pasado, su corazón sentía miedo, su alma un alivio, sus gestos no delataban nada de lo anterior, era como ver alguien que hace mucho espera este momento

Esperaba que sus instrucciones en casa se cumplieran

-       Si algún día debo partir tú debes hacer algo – le dijo a su esposa en una noche fría, mucho tiempo atrás
-       ¿Porque habrías de partir?
-       Prométeme que si algún día parto harás lo que te digo – dijo el, lleno de angustia
-       Está bien, lo hare, aunque no entiendo la razón de que eso pase algún día – refunfuño ella
-       Tomaras todo lo que hay en la caja fuerte y partirás a otro país, olvidaras que existo y cuidaras a nuestras hijas, hay un plan detallado de mis cuentas en esa caja y de los lugares que son seguros para ustedes
-       ¿estás hablando en serio?
-       promételo, necesito saber que lo harás
-       está bien, lo prometo
-       gracias, es una promesa, no lo olvides

Dicho esto giro sobre su espalda y se dispuso a dormir, había aprendido a confiar ciegamente en aquella mujer y ahora esperaba que aquella promesa fuera cumplida, debía enfrentar lo que venía solo y saber que ellas estarían a salvo, que no serían parte de lo que se avecinaba y que retomarían sus vidas en toda la tranquilidad y normalidad posible, ese era su sueño.

-       Debemos recabar su información para registrar este proceso
-       Seguro
-       Por favor ponga sus dedos en este lector de huellas
-       Ok
-       Vea a la cámara
-       Listo
-       Por favor tome asiento, debemos hacerle algunas preguntas
-       Adelante…

Su semblante era calmado, hace mucho estaba esperando este momento, el sabía que era lo que ellos querían, él sabía que era lo que él quería, él sabía lo que sucedería, simplemente habría de seguir el protocolo y llevar esto a su fin, o a su inicio, no le quedaba claro.

Tomo asiento, se recostó en el respaldo acolchonado de la silla, pidió un vaso con agua y respiro profundo, todo estaba listo, seria una larga sesión.

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