miércoles, 16 de junio de 2010

CAPITULO I.a, A QUIEN CONOCÍA

En aquellos días, yo tenía una imagen clara, concreta, y absoluta de quienes eran mis padres, o por lo menos eso era lo que yo pensaba. Creo que fue por estos dias donde empecé a entender que todo es relativo en esta vida,  que no hay verdades absolutas, y que todos actuamos de alguna forma específica por una razón, un dolor primario lo llamaría Alfred Adler, un “algo” que genera nuestras reacciones y acciones, y ese algo pudo generarse hace mucho o muy poco tiempo.

Un algo que nos dice cómo  y por qué hacer las cosas, alguien lleno de madurez hoy, puede haber sido muy inmaduro antes, o al revés, que no por hoy ser una eminencia en el manejo de la inteligencia emocional siempre lo fue, eso lo entiendo hoy, pero por aquellos años yo creía ser el poseedor absoluto de la verdad, por lo menos de quienes eran mis padres, y mi pensamiento era más o menos como sigue.

Mi madre, una mujer que conocía de toda la vida, de toda mi vida por supuesto, amorosa, abnegada, con un espíritu de sacrificio enorme, con un corazón que no le cabía en el pecho, con amor incondicional hacia sus hijos, con una nobleza que le emanaba de los poros. Ella nació en la ciudad de Guatemala en mil novecientos cincuenta y tantos, hija de un abogado (por aquellos días aun estudiante de leyes) y un ama de casa. Muy joven se traslado junto con su familia a Antigua Guatemala, donde llevo la mayor parte de sus estudios, fue allí donde jugó con su hermana, corrieron y rieron, exploraron y descubrieron, y como buenas hermanas, pelearon y discutieron también, unos hermanos normales.

Mi abuelo, el padre de mi madre, tenía por aquel entonces un nivel económico bastante acomodado gracias a su trabajo y dedicacion, pero, y es que siempre hay un pero, tenía algunas debilidades mundanas, por decirlo de alguna forma, las mujeres y el licor, mi abuela sufría las infidelidades de mi abuelo, o las ignoraba, no lo sé a ciencia cierta. Este conjunto de “gustos” de mi abuelo hacían que su presencia en casa de mi madre fuera escasa, y los fines de semana fueran simples y llanas borracheras, presenciadas por 2 niñas y una mujer herida en lo más profundo de su corazón, de su autoestima, de su alma.

Fue en esos años de estudio y adolescencia que mi madre conoció a mi padre, ella 10 años menor que el, ella iniciando la secundaria, el en la universidad, aun hoy no consigue explicarse, como fue que alguien con tanta diferencia de edad logro llamarle la atención, conquistarla, ni como hizo ella para llamar la atención de el, o por lo menos, no me lo ha contado.

Cuando iniciaba la secundaria mi madre, ella y su familia se mudaron a la ciudad de Guatemala, finalizo sus estudios de perito contador, estaba tan emocionada con la relación con mi padre que en lugar de graduación tuvo boda, a los 18 años finalmente contraía matrimonio con el amor de su vida. Y por si alguno pensaba que la razón de la boda era un bebe en camino, pues lamento decepcionarlos, la única razón fue el amor, yo vine al mundo 3 años después.

Mi padre, sabia  poco de mi padre, básicamente lo que una esposa enamorada recordaba, mi madre me contaba anécdotas de ellos 2 cuando eran novios, me contaba de cómo pasaba viéndola una vez cada 15 días, me contaba como mi padre vendía su merienda para tener dinero para sacar copias en la universidad o como hacia los exámenes en nombre de sus amigos, para colectar un poco de dinero extra. Comentaba lo buen estudiante que era en el colegio y la universidad, como mi abuela con todo su esfuerzo y trabajo le dio estudio y lo apoyo para terminar su carrera universitaria, al igual que sus otros hermanos. También me contaba como tenia amor por los necesitados.

Me decía mi madre, como si de un cuento se tratase, como mi padre quedo huérfano de padre más o menos a los 15 años, y como a partir de este momento fue mi abuela quien saco adelante a sus 5 hijos, trabajando 20 horas por día, 7 días por semana, 365 días por año, sin descanso, sin vacaciones, sin respiro, sin apenas el tiempo suficiente para vivir, únicamente para cocinar, hacer helados, atender comensales y sacar adelante a su familia.
Cómo le gustaba hacer amigos y estudiar a mi padre, como se llevaba de bien con sus hermanos y demás familia y como, en algunos aspectos, trato de ser ejemplo y apoyo para sus hermanos.

Eso sabía yo de mi padre, una persona noble, sacrificada, con amor por lo demás, con un espíritu de ayuda al prójimo muy desarrollado y con un amor por su hijo, incomparable.

En el tiempo que paso desde mis 4 años hasta el momento en que esta historia está iniciando, fui encontrando por la vida, sin intención alguna, personas que habían convivido con mi padre, personas que habían conocido a ese ser, como amigo, como compañero, como cómplice de travesuras. Aquellos que le habían conocido otras novias, que le sabían secretos que mi madre no conocía, travesuras de niños, de adolecentes, amores olvidados, borracheras de celebración y tantas cosas mas que un joven normal haría, y que fueron dándole forma, cada vez más completa a esa figura de la cual solo recordaba matices, pero algo seguía faltando en este rompecabezas.

En los casi 4 años de vida que compartí con el, tengo tan buenos recuerdos, tantas sonrisas, tanto amor de un padre a un hijo, pequeños detalles y tintes en mi memoria, matices de una personalidad que poco a poco extrañaba mas y de la cual hacia mucho esfuerzo por aprender, poco a poco esos recuerdos empezaron a regresar a mi mente, empujados por relatos nuevos, por una historia que me empezaban a contar, una historia que hasta ese momento mi mente ni siquiera sospechaba y que poco a poco completaba esa figura que cada momento dejaba de ser recuerdo y empezaba a ser persona, un humano, un padre, un ser normal, con cualidades y defectos, con secretos y vida pública, un ser como todos nosotros, un ser que quería recordar como realmente era y no como los demás me contaban que era y tenia que conformarme con los relatos, armarme con los relatos.

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