sábado, 2 de abril de 2011

CAPITULO XXII, APRENDER DE LA HISTORIA

Aun en el RER y esperando llegar a mi estación, mi mente simplemente no se detenía, parecía un remolino de pensamientos, no lograba desligarse de aquellos temas tan impactantes y que para mi, poco a poco se estaban alineado de tal forma que eran un ciclo interminable en mi país, el nombre de la razón cambiaba, pero en el fondo era lo mismo, era esa intolerancia a lo distinto, era la corrupción del estado, era la inequidad, era la carencia de un real ente investigador, la razón era simplemente lo que al poder de turno se le antojaba, ni más ni menos.

Lo que más de indignaba, pero me llenaba de esperanza a la vez, es que normalmente el pueblo guatemalteco a sido sumiso, callado, extremadamente condescendiente con el poder, y no es para menos, mas de 200mil muertos y muchos más desaparecidos durante el conflicto armado interno, eso por no ir más allá a hacer cuentas de las tantas dictaduras que dirigieron el país, los guatemaltecos fuimos criados con miedo, con temor, y lo más triste es que la violencia que vemos, las muertes que presenciamos, las noticias que leemos, ya no nos impactan, es tan fácil escuchar de las personas la frase “si es normal” cuando se habla de una muert o peor aun la otra frase “aquí así es, y ni modo hay que aguantarnos”, frases que denotan el miedo a expresarse, lo cotidiano que se ha vuelto la agresión, la limitación de los derechos y el abuso de los lideres que usan estos límites para hacer cuanto quieran.

La historia se complica en el presente, pues a los brazos armados, ideologías retrogradas, tendencias absurdas, podemos agregar los tentáculos del narcotráfico, que ahora financia ejércitos personales, sobornan personal del estado y peor aún, en algunos pueblos son vistos como los héroes locales ya que son los que proveen salud, seguridad y justicia, por contradictorio que eso suene.

En este entorno hay algo que me llena de esperanza, por primera vez el pueblo se levanta y pide, exige claridad, no puede más, la población está indignada y cansada de tanto descaro e impunidad, por primera vez en muchos años el pueblo esta clamando por justicia, esta clamando por paz, esta clamando por que lo dejen vivir, porque los dejen prosperar y pensar un mañana mejor para sus hijos y nietos.

Es casi seguro que con tal presión internacional, generada por la información compartida en las redes sociales, la presión interna, y aun con los esfuerzos del gobierno de disfrazar las manifestaciones de guerra de clases sociales, todo parece apuntar que esta vez, si habrá una solución, si habrá un proceso justo y legal que mostrara que los guatemaltecos si podemos hacer las cosas bien, por lo menos eso es lo que parece.

Y por más que intento decirle a mis pensamientos que se enfoquen en algo mas, el simple hecho de ir en este tren, en esta cultura tildada de fría por muchos, nos demuestre de una forma impactante como una sociedad puede convivir con sus diferencias y crecer, y generar bienestar, y crear una infraestructura capaz de apoyarse unos con otros

Aquí conviven razas distintas, costumbres distintas, idiomas distintos, y nadie agrede, la tolerancia se respira en todos lados, el respeto a las leyes es inquebrantable, los derechos personales son incuestionables, y como no serlo, si fue aquí donde hace tantos años se inicio la pelea por la “Libertad, Igualdad y Fraternidad” movimiento generado por un pueblo oprimido al límite, como mi Guatemala de hoy, y cansado de ver como su futuro era mermado.

No es de asombrarse entonces cuando uno de los grandes pensadores franceses dijo “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta con mi vida tu derecho a decirlo” (Votaire) y eso muchísimos años, ¿cuando será el día que podremos poner esto en práctica en nuestra querida Guatemala?, ¿cuándo comprenderemos que si uno de nosotros empieza a escalar, debemos apoyarlo y sentirnos orgullosos de el, en lugar de hacer todo lo posible por no dejarlo destacar?, ¿Cuándo entenderemos y pondremos en práctica el respeto al derecho ajeno y exigiremos el respeto de nuestros derechos?

Cuando lograremos ver mas allá del simple hoy, cuando lograremos pensar en el mañana, cuando entenderemos que solo haciendo algo diferente hoy lograremos un futuro diferente a la realidad de hoy en día, cuando tendremos el valor de alzar nuestra voz nuevamente, como lo hicieron muchos que hoy están bajo tierra, para decir, no más, ¿Cuándo honraremos esas vidas que lucharon por una realidad mejor?.

En esto estaba cuando un trabajador del RER me hizo saber que habíamos llegado a la última estación, la mía, y que hacía ya varios minutos que todo el mundo había bajado. Me sonreí como niño al ser sorprendido soñando despierto en clase de matemáticas, cosa que frecuentemente me sucedía en el colegio, agradecí, sonreí y por supuesto baje del tren y busque las escaleras que me llevarían a la segunda planta en donde estaban situadas las puertas de salida del aeropuerto

Aun caminando seguía dándole vuelta a las cosas, seguía pensando en los mismos temas, seguía comparando las actitudes simples y cotidianas de esta sociedad con las de mi bello país, trataba de encontrar una forma de inculcar lo positivo de otras culturas en la nuestra, no juzgar las negativas, que por supuesto también las hay, sino buscar la forma de ser mejores cada día.

En este enredo de pensamientos y criterios me encontraba cuando una voz me hizo voltear, sin saber porque mis ojos se humedecieron al instante, mi pulso se acelero al máximo, mi mente dejo de pensar por un momento y me dejo en paz para poder vivir este momento, de manera automática doble mis rodillas y extendí mis brazos, y allí venia el gritando con su cabello alborotado, su sonrisa inocente y llena de vida, sus ojos azules brillando radiantes, y de sus labios salían las palabras más dulces que mi corazón escuchara jamás

- “Papi!! Papi!! Ya vine Papi!!, te extrañe mucho Papi”

Sin saber aun porque, mis ojos dejaron caer algunas lagrimas mientras abrazaba con todas mis fueras a ese pequeño ser que había ido de vacaciones a mi Guatemala querida, a ver a sus abuelos, lo abrace fuerte mientras el trataba de contarme en 30 segundos lo que había vivido los últimos 60 días, sentí alivio también, pues regresaron vivos, enteros y sin contratiempos.

Lo tome en mis brazos y camine a donde estaba la madre de este pequeño príncipe, vi su cansancio, vi su nostalgia de dejar nuevamente la tierra que nos vio nacer, pero tanto ella como yo estábamos llenos de alegría de nuevamente estar juntos, un abrazo nos unió a los 3, tome las maletas, ella tomo la mano del acelerado pequeñito y nos dirigimos de nuevo al primer nivel a tomar el tren que nos llevaría a casa.

Mientras caminábamos me contaban las aventuras, a quienes vieron, a donde fueron, que hicieron, todas las peripecias propias de la travesía, que cosas olvidaron, entre risas e imágenes mentales, me decían como estaba Guate, como las cosas se vivían, como los abuelos estaban “igual de amorosos” en las propias palabras del principito.

Aun cuando compartía la alegría de su llegada, el hecho de verlos llegar, mencionar el tema de las manifestaciones por el caso del abogado, y recordar la angustia que sintió mi corazón al tenerlos lejos, me hicieron pensar que habría sentido mi padre en los momentos previos a su partida, que habría sentido en el momento mismo en el que sus últimos suspiros salían de sus pulmones, que habría pasado por su mente, este cuadro con mi príncipe no hizo más que recordarme como era que yo recibía a mi padre después de sus días de trabajo, me hizo volver a ser un hijo, y nuevamente recordar aquella historia que conocí por primera vez en un comedor redondo, con la luz de la tarde despidiéndose, y acompañado de 3 adultos, 2 de los cuales tenían mucho que contar.

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