En mi país el 10 de mayo es un día muy
especial, celebramos el día de las madres, y es por esta razón que el
movimiento es sumamente alto, proliferan por doquier los mensajes de amor y
agradecimiento, las ofertas y descuentos para celebrar a los más sagrado de
nuestras vidas en un proceso de consumo de aquel selecto grupo de la sociedad
que tiene la oportunidad de comprar algo y por supuesto los corazones se llenan
de melancolía, amor, felicidad, fiesta o tristeza según sea el caso de cada
uno, así pasan los 10 de mayo por mi país, unos más profundos y sinceros, otros
más comerciales y superficiales, pero en todos ellos con la mejor de las
intenciones.
Pero este 10 de mayo, el del año 2013, paso un
tanto distinto por lo menos para mí, por la mañana mi primer saludo fue para la
madre de mi hijo, madre por excelencia que da todo en su vida por ese tesoro
nuestro, una bendición realmente tenerla como madre de mi hijo, minutos después
mi saludo fue para ese ser que me dio el regalo más grande que uno puede recibir
en este mundo, la vida, un abrazo caluroso, un agradecimiento profundo y un
sentir de plenitud al poder abrazar a ese ser que tanto me llena. Por otro lado también tenía en mí ser un
sentimiento que no se describir con exactitud, no sé si era ansiedad, curiosidad,
expectativa o qué, pero ese día se daría lectura al veredicto en un juicio por
genocidio en contra de quien fuera jefe de estado de facto (por golpe de
estado) entre 1982 y 1983, que lidero el país en uno de los capítulos más
sangrientos de nuestra historia.
La cita era a las 4 de la tarde, era un evento histórico
en nuestra sociedad, independientemente de si se estaba a favor o en contra del
acusado, independientemente de la ideología política, económica y social que se
profese, este caso ponía en contexto que por primera vez se mostraba que la
justicia puede llegar a cualquier jerarquía, a cualquier persona, y se diría si
en Guatemala sucedió algo que muchos califican de exageraciones y otros de
realidad, no importaba de qué lado de se estaba, era un fallo que mostraba un
antes y un después en nuestra historia.
Mientras se fue acercando el horario fui
tomando conciencia de lo que sucedía a mi alrededor, empecé a buscar si había más
personas interesadas en el proceso que se estaba llevando a cabo, note poco a
poco, y para mi tristeza más profunda, que la indiferencia reinante hacia este
juicio era enorme, los restaurantes tenían largas filas para ingresar a
celebrar, las conversaciones eran triviales en todos lados, cada uno pensando
en sí mismo, y de cualquier otro tema, parecía que aquel juicio era de una
persona irrelevante y no de un suceso que corto la vida de decenas de miles de
guatemaltecos y dejo varios cientos de miles más profundamente afectados de
diversas formas.
No se la razón de aquella indiferencia a
ciencia cierta, no sé si es porque la mayoría de víctimas fueron indígenas (guatemaltecos),
que en su mayoría no hablan español (guatemaltecos), que no tienen aún acceso a
educación (guatemaltecos), que viven en su mayoría bajo la línea de pobreza
(guatemaltecos) y que son sobre todo MAYORIA en este país (guatemaltecos). Tal vez
es que esa burbuja que se dibujó en la ciudad aun es fuerte, esa burbuja que hacía
que el país estuviera sangrando día a día pero en la ciudad siguiéramos con
vida “normal”, en cines, centros comerciales, sexteando en la zona 1, viajando,
comprando, jugando, tal vez hay muchos que no saben, o no quieren saber, lo que
sucedió en el país, algunos tal vez no ven relevante juzgar a un anciano, tal
vez no se entiende porque juzgar a alguien por algo que NO nos afectó (pensaran
algunos en una especia miopía social), tal vez tantas cosas, simplemente no
entiendo cómo podemos seguir indiferentes a la muerte, el sufrimiento y por
sobre todas las cosas a la realidad actual como producto de una historia
turbulenta.
Escucho a tantos diciendo que quieren cambiar
nuestro país, pero esos mismos no se interesan en saber la realidad en la que
vivimos, y pienso hacia mis adentros como si esto fuera un proyecto cualquiera
en una empresa X, para iniciar cualquier camino hacia una realidad diferente el
primer paso es diagnosticar y saber exactamente “donde estamos, que somos,
porque estamos donde estamos” después podremos pensar en estrategias para
llegar a algún lugar diferente, pero si no hemos querido dar el primer paso,
ver nuestra realidad, entender nuestra historia y saber en qué lugar estamos, ¿Cómo
podemos siquiera pedir algo diferente?
El veredicto llego, los restaurantes seguían celebrando
e ignorando, las fiestas siguieron su curso, la justicia no es noticia, no
vende…
Yo quiero creer que estamos un paso adelante,
estamos perdiendo el miedo de pedir justicia, estamos buscando que nuestra voz
se escuche, que hay diferencias las hay y es nuestra obligación conversarlas,
ya no discutiremos con fusiles en mano, en lugar de eso lo haremos con libros,
historia y palabras, crezcamos Guatemala, pero crezcamos reconociendo nuestros
errores (de cualquier bando), crezcamos aprendiendo de lo sucedido y enseñándoselo
a los que vienen tras nuestros pasos, crezcamos construyendo como hermanos,
crezcamos dándonos la mano todos como seres iguales que somos en este país, aquí
somos guatemaltecos TODOS, olvidemos las divisiones de cualquier tipo y
empecemos a caminar.
Recordemos estas palabras
Aquel
que no quiere razonar es un fanático
Quien
no puede razonar es un tonto
Y
quien no se atreve a razonar es un esclavo
(Sir. William
Drummond of Logiealmond)
El viernes 10 de mayo dimos un paso, faltan
muchos pasos más, pero no será posible darlos en medio de la indiferencia, las
diferencias, la intolerancia y la ignorancia.
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