jueves, 26 de agosto de 2010

3 minutos para soñar

Sus cafés ojos veían pasar los carros nuevos de múltiples formas y modelos con ilusión, como cualquier niño de su edad,  soñando con un día ir conduciendo algún modelo deportivo, tal vez con los vidrios bajos y escuchando a todo volumen la música de su preferencia. El sueño no termina allí, tal vez en este vehículo se vea acompañado de su pareja ideal, soñando con ir en alguna carretera con objetivo a algún lugar turístico de su predilección, una playa, un lago, una montaña.

Era una zona acomodada de la ciudad, donde los carros son europeos, nuevos y en su mayoría custodiados por guardaespaldas, quienes por supuesto también se trasladan en un vehículo nuevo.  Algunos son blindados por aquello de la inseguridad, los vidrios polarizados para evitar las miradas curiosas o delincuenciales al interior y dar una falsa sensación de seguridad a quien lo conduce, aun cuando el efecto de esos vidrios en el resto de la población es exactamente el contrario.

Aquellos ojos cafés estaban llenos de inocencia, de fantasía, ávidos de comerse el mundo, de abrir su corazón a la vida y de ser uno mas de esos que pasaban frente a ellos. Esos ojos aun eran demasiado jóvenes para entender de oferta y demanda, de libre comercio y/o proteccionismo, aun demasiado jóvenes para entender de política, de economía, de conciencia social  o de “solidaridad” como le gusta decir a algunos gobiernos.

Esos ojos captaban todo a su alrededor, las luces, el reflejo en la pintura, el sonido de los motores, las voces de aquellos valientes que viajaban con los vidrios bajos, su mente estaba a años luz de distancia, estaba tan enfocado en sus sueños que no se percataba que desde el otro lado de la calle lo veía con mas tristeza que curiosidad, con mas frustración que sorpresa, queriendo saber el por que de esa sonrisa y esos ojos brillantes.

Aun no regresaba de sus sueños cuando el semáforo ilumino la luz roja, los autos se detuvieron, y por espacio de 1 minuto prestaron atención a ese niño de ojos cafés disfrazado de payaso, ese ser inocente de no más de 6 años que alegremente hizo unas burdas piruetas frente a todos y solicito al final del breve show una ayuda económica para sobrevivir, nadie se percato de sus ojos cafés, nadie vio sus sueños, nadie vio su sonrisa, nadie vio su inocencia.

Algunos le dieron unos centavos, calmando así sus sentimientos internos, cuales quiera que fueran, tristeza, indiferencia, impotencia.  Algunos simplemente lo convirtieron en un proceso diario, una rutina un proceso de sentirse bondadosos, de sentir que por lo menos se hizo algo, o simplemente continuaron hablando por teléfono dentro de sus palacios rodantes, sin bajar los vidrios e ignorando esos ojos cafés que son el reflejo real de la realidad de la mayoría.

Al otro lado de la calle, no podía dejar de ver, súbitamente el semáforo marca verde, nuestro amigo de los ojos cafés regresa a su lugar, toma un receso, contabiliza las ganancias del breve turno, las guarda en lugar seguro y nuevamente tiene 3 minutos, 3 minutos para cuidar su inocencia, 3 minutos para cuidar su sonrisa, 3 minutos para resguardar su felicidad, 3 minutos para pensar.

Simplemente… 3 minutos para soñar… mientras unos miran, otros observan y casi todos ignoran.

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