La
puerta suena en la humilde casa de aquel pueblo, eran las 4 de la madrugada,
todo estaba obscuro y frío, en el interior se escuchan murmullos y voces
temerosas, después de unos segundos una pequeña ventana se abre y un rostro
masculino se asoma.
-
¿Qué
quiere?
-
Ayuda
-
No
le entiendo
-
Necesito
papeles para salir de Guatemala
-
Aquí
no hay nada, por favor retírese – dijo el hombre cerrando la pequeña ventana
-
Gracias
a mi es que tus hijas están vivas – dijo el capitán
-
¿Cux?,
¿qué haces aquí?, yo no tengo nada… - dijo la voz llena de miedo
-
No
vengo por vos, necesito ayuda
-
Se
abrió la puerta y el capitán entró silenciosamente.
El
hombre le ofreció algo caliente de tomar, un café era lo único que tenía, le
pidió a su mujer que se fuera a la habitación con las niñas, él se sentó a la
mesa, temeroso aun y sin entender mucho de lo que pasaba.
-
¿Qué
te pasa Cux?, ¿Qué estás haciendo aquí?
-
Necesito
ayuda, quiero salir de Guatemala con papeles falsos, es urgente, por tu
seguridad no puedo darte más información.
-
Ok,
mañana puedo ir a la municipalidad a pedir una cedula, si tengo suerte me la
dan en 4 días, mientras tanto podés esperar aquí.
-
No,
yo me voy de aquí en unos minutos, no quiero ponerte en riesgo ni a tu familia,
necesito la cedula en un día, el ejército me busca.
-
¿Cómo?
¿Pero qué hiciste vos? Si el ejército era como tu familia, así decías vos.
-
Hice
mucho, y dije mucho también ¿me podés ayudar o no? – dijo con su acostumbrado
tono cortante.
-
Si,
necesitare más dinero si es urgente
-
Está
bien, por eso no te preocupes
-
¿Dónde
te vas a quedar mientras tanto?
-
Yo
ya veré donde, mañana vengo a la misma hora
-
Está
bien, pero ¿qué hiciste?
-
…
me cuestioné… - dijo mientras se levantaba de la mesa
-
Ok,
mañana tendré lo que necesitas – dijo casi compadeciéndose de su amigo
-
¿Has
sabido algo de ella? – dijo casi melancólico, preguntándole por aquella
muchacha que le había enseñado que cuestionarse no era malo, la misma que en
alguna reunión los había presentado
-
Se
fue mi amigo, después de tu partida se fue a estudiar a otro país, no supe más.
– dijo con tono sombrío.
-
…
mañana nos vemos…- no dijo más, no pudo.
Salió
asegurándose que nadie observaba, aun con las últimas horas de obscuridad como
protección se fue y buscó refugio, donde nadie lo viera, donde nadie supiera
quien era, debía esperar 24 horas, era mucho tiempo y él lo sabía, pero tenía
que hacerlo si quería salir sin dejar rastro, sabia todos los pasos que debía seguir,
pero este era el paso más crítico del proceso, era su seguro de que no habría
como rastrearlo una vez dejara atrás su otrora país adorado.
Saúl,
el amigo que conseguiría los papeles se quedó perdido en sus memorias, sentado
en aquella vieja silla de comedor y rodeado de la más densa obscuridad,
llegaban a su mente las escenas de aquel joven buena persona pero con mente
totalmente cerrada y adoctrinada, el “Cuque” le decían quienes lo habían
conocido, era una persona muy extraña en el medio de un grupo de amigos que
profesaban la libertad y los derechos por sobre todo, un grupo estudiantes que
vivían entre libros y cervezas, que buscaban respuestas a cosas que Cux ni
siquiera se le había ocurrido la posibilidad de que tuviera alguna
pregunta. Le tomaron cariño, era como un
niño con músculos y corte de pelo estilo militar, todo lo que allí escuchaba lo
asombraba, era como si ante él se abriera un mundo nuevo, un mundo que jamás
habría conocido de no ser por Julia, es dulce mujer que disfrutaba de aquel
niño y le enseñaba con ternura y paciencia.
Así fueron pasando semanas y meses, el “Cuque” ya era uno más del grupo,
hasta que un día, sin dar aviso alguno a nadie, ni siquiera a su querida Julia,
dejo de presentarse y unos días después Julia recibió una carta que le partió
el alma y la hizo temblar, no de miedo, no de angustia, la hizo temblar de
dolor y soledad, la hizo sentir el desamor, sintió en carne propia el golpe
bajo de la doctrina y decidió partir, se fue lejos, con algunos familiares que
vivían fuera fue lo único que dijo, nadie supo a donde, nadie supo cuándo, nadie
del equipo la volvió a ver.
Años
después, es un puesto de registro, uno de esos retenes que el ejército montaba
a su antojo en las carreteras del país para interceptar “guerrilleros”, en una
carretera húmeda que se abría camino entre el bosque frio del altiplano del
país, un soldado le hizo la señal de detenerse a Saúl, él viajaba con su
esposa, su madre y sus dos hijas, al detenerlos los hicieron bajar del
automóvil a todos, sin importar lo frio de aquella tarde y lo indefenso de las
niñas, casi bebés, y se dispusieron a revisar todo el vehículo, revisaron por
armas, municiones, algún guerrillero escondido o alguna señal de que aquella
familia era defensora del comunismo, a mitad de aquella revisión estaban cuando
Saúl recordó que en la parte de atrás del vehículo llevaba un tiradero de
libros, algunos de ellos podían ser tildados como “comunistas” y eso era
suficiente para ser desaparecido o bien asesinado en aquel mismo lugar frente a
su familia.
Después
de minutos que parecieron horas, un soldado dio la alerta de haber encontrado
material subversivo, algunos libros de historia y otros de Marx que denotaban
claramente, según el adoctrinamiento militar, que el dueño era un comunista y
por lo tanto estaba en contra del país, en ese momento Saúl sintió un golpe
tras sus rodillas y cayó al suelo, otro soldado encañono a las niñas
indicándole que si él se movía sus hijas morirían, el soldado que había hecho
el hallazgo, lleno de placer le apunto un arma en la cabeza a Saúl quien no
tenía idea de cómo defender a su familia, el soldado con una sonrisa lo vio a
los ojos y dijo
-
Ve
pues gerrinche, se te acabo la suerte, hoy vas a ver a San Pedro
-
No
soy guerrillero oficial, soy maestro de historia en la universidad y esos son
libros de texto – replico Saúl con la voz entrecortada y pidiendo con la mirada
que no le hicieran nada a su familia.
-
¡Pues
a ver si enseñas historia en cielo cabrón!, pero primero vamos a atender a tus
mujeres – dijo el soldado dirigiendo una serie de gestos desagradables a las
mujeres que temblaban de miedo e impotencia mientras las niñas lloraban sin
emitir sonido alguno.
-
Por
favor, dejalas ir, yo me quedo y haces lo que tengas que hacer, pero dejalas
ir, ellas no tienen nada que ver con esto.
-
Eso
lo hubieras pensado antes…
El
soldado le sonrió a las mujeres y estaba a punto de golpear con el arma a Saúl
para dejarlo noqueado, cuando una voz que le sonaba familiar a Saúl sonó atrás
de él y habló con autoridad.
-
¿Hay
algún problema soldado?
-
Tenemos
un guerrinche mi Capitán, toca sacarle una confesión antes de subirlo al bus
que va con San Pedro.
-
Suéltelo,
déjelos ir.
-
Pero
Capitán, las ordenes que tenemos son…. – el soldado no pudo finalizar la
oración cuando recibió una orden directa y casi a punto de grito.
-
¡aquí
las ordenes las doy yo!, ¡déjelos ir! No son amenaza, es un profesor y su
familia.
-
Sí
señor.
Saúl
supo que le habían salvado la vida, el “Cuque”, con su semblante serio de
siempre, con esa imagen fría e indescifrable hizo a un lado a los soldados,
dejo subir a toda la familia al vehículo, y los vio partir, por un instante se
vieron a los ojos, ambos supieron que había sido una mujer especial, que ahora
vivía en el extranjero, la responsable de haber salvado aquellas vidas de quien
sabe que destino. Saúl agradeció con la
mirada, el “Cuque” parecía frio como siempre, pero algo de su mirada indicaba
que se sentía satisfecho de haber ayudado, entendía por primera vez, que
aquella semilla sembrada mucho tiempo atrás, seguía dando sus frutos, estaba
creciendo en medio de aquel silencioso ser.
El
coronel, mientras tanto, daba órdenes a sus hombres para que iniciaran una
cacería contra el capitán, debían localizarlo y traerlo de vuelta al cuartel,
vivo o muerto, no importaba, debían traerlo de regreso y, junto con él, debían
traer una serie de documentos clasificados que él se había llevado.
Todos
asintieron, sin preguntar, sin cuestionar, como habían sido entrenados.