Y se va encaminando a su destino deseado, el
olvido, transitando a paso lento por la avenida melancolía, viendo hacia atrás del
camino de reojo, como quien no quiere ver, como quien duda. El destino es claro, busca aquel lugar en
donde el ayer ya no exista, en donde la mente está en blanco, como si lo pasado
no hubiera existido nunca y se respira con calma, con paz.
En su caminar pasa por la calle nostalgia, cruza
en el boulevard despecho, atraviesa la intersección de necesidad con suplica, más
su destino parece escurridizo. En su andar va dejando migas, una muestra por si
un día se arrepiente de olvidar, sonríe al notar que su búsqueda está destinada
al fracaso, levanta la mirada y de nuevo fija rumbo hacia el olvido, esta vez sí
lo conseguirá, se promete obstinado.
Mientras más se esfuerza más recuerda, mientras
más intenta más fuerte fracasa, la desesperación se apropia de su ser, la ira
lo invade al notar su impotencia, dentro de si las palpitaciones se vuelven
salvajes y la respiración se acelera, la furia se hace presente y un rugido sale
de su alma, reclamándole a la vida por los recuerdos que lo persiguen y lo
atormentan, por aquello que ya no es, pero no deja de sentir.
En su desesperado andar por la vida se
encuentra con un nuevo destino posible, la plaza “te recuerdo, pero ya no te extraño”, su mirada
recobra el brillo, su alma se colma de esperanza, entiende que su anterior destino
estaba equivocado, levanta la vista, busca en el mapa e inicia su camino a ese
lugar, donde se recuerda, pero no se extraña, donde se recuerda sin dolor.
Sonríe al ver que las calles y avenidas que lo
han de llevar allí son las mismas que habrían de llevarlo al olvido, tal vez
esta vez si funcione.
Retoma el camino, sonríe al horizonte, camina
lentamente mientras va dejando migas…
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