Que miserable sentido de existencia es extrañar
lo inextrañable y perderse en un laberinto de melancolía que no hace más que
disfrutar la amargura como algo propio y la soledad como medicina, como quien
se siente cómodo en el fondo de la tristeza y busca desesperadamente no
sucumbir a la tentación de la felicidad.
Es esa tristeza irracional de saberse
completo y segmentado, lleno pero
ausente, dejando que las tardes grises, las gotas frías y el viento ligero hagan
escurrirse en pensamientos a un alma que clama por tristeza y pide a gritos los
pedazos que no fueron y no serán, pareciera un tipo de arte masoquista que ha
llegado a consumir lo poco que aún quedaba de algo que no es.
Es como andar ebrio sin beber y muerto sin
fallecer.
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