lunes, 5 de septiembre de 2011

Adios


No hicieron falta palabras, más bien sobraban esos sonidos que emanan de nuestro interior, la presencia no fue necesaria para dar por terminado este círculo perfecto, fue en realidad la ausencia quien marco el punto final y definitivo, fueron la distancia y las evasiones las que fungieron como despedida, el drama fue privado, el dolor un secreto, el sentir un accidente y las miradas quedaron guardadas en el cajón de los ayeres vividos.

Fue el silencio el cómplice perfecto para el final, no hubo diálogos ni discusiones, fue un tácito acuerdo de no mencionar lo sucedido, como queriendo creer que la ausencia de conversación al respecto haría desaparecer el pasado, creyendo incrédulamente, que evitar hablar de lo sucedido haría que las cortadas cicatrizaran más rápido, buscando la fórmula mágica que hace invisibles las heridas del pasado, o más ingenuamente, pensando que los dulces momentos se desvanecerían sin dejar rastro alguno.

Sentado al lado del sendero de la vida, tomando un breve descanso, contemplando plácidamente el camino andado, acariciando los pies adoloridos de tanto caminar, tratando de curar las heridas infligidas en la historia de los pasos anteriores, observando como quien busca una respuesta en el paso del viento, en el cielo despejado y lleno de estrellas o bien, en blanquecino resplandor de la luna, compañera eterna en el andar por este misterioso sendero llamado vida.

Una extraña sensación recorre mi cuerpo, es como el vacío que deja la perdida de algo tan deseado, las heridas siguen sangrando como cuando fueron creadas, y es que es una gota constante y llena de sentir la que sale de esas heridas que jamás cierran, esas que con el frio viento de las montañas duelen más profundamente y que la visión de un lago colmado de calma despierta tempestades silenciosas de nostalgia y recuerdo, sumergiéndome en el tan amargo proceso de analizar que fue, que es y que no será

Mis ojos agudizan su visión cuando logro escuchar las bisagras que rechinan mientras lentamente la pesada puerta se acerca a su marco, anunciando que lo que atrás de ella queda simplemente será parte del ayer, pues estas puertas una vez cerradas no hay llave capaz de abrirlas, y es entonces cuando una mano indecisa la mantiene semiabierta, frenando su cerrar, con la esperanza de recobrar un pedazo de historia, buscando alguna palabra que pueda impedir su cierre definitivo, pero el silencio es claro mensajero de lo que hay que hacer, y es entonces el fluir de los eventos nunca dichos los que dejan paso libre al estruendoso golpe del cierre definitivo frente a mi nublada vista.

Es momento de retomar el sendero, con las heridas aun sangrantes, con los pies mas adoloridos, con el alma cansada, con la mente inquieta encerrada en un circulo sin sentido, analizando las cosas que no pueden ser analizadas, tratando de entender lo inentendible, haciendo un esfuerzo por descifrar por el simple propósito de mantenerla ocupada, es mejor no dejar espacio para el recuerdo en el proceso del andar hacia horizonte, será el viento de lo futuro quien termine por llevarse el dolor o por lo menos lo haga tolerable, será la luz blanca de la luna, iluminando el camino, quien hará olvidar las heridas siempre sangrantes, será al fin el mismo sendero, quien entre sus curvas, colinas y nuevos momentos el que se encargara de hacer tolerable la ausencia, soportable el olvido y aceptable la distancia

No hay nada más por decir,
No hay nada más por pensar,
No hay nada más por sentir,
No hay nada más por hacer,

Solo queda un camino por andar, con la imagen siempre presente de una puerta cerrándose tras mi espalda.

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