lunes, 19 de agosto de 2019

Amigo Tiempo


Tranquilo Tiempo, con calma, aminora la cadencia de tus pasos y déjame vivir en un momento eterno, no hagas caso de mis imprudentes pedidos de juventud, en los que un andar más rápido pedía, con esas ansias de llegar a no sé dónde y sin saber realmente para qué, ignórame por favor y ve con calma Tiempo.

Déjame extender las sonrisas y las miradas en periodos interminables, permíteme reír hasta desfallecer y observar un atardecer treinta horas por día, déjame poder sentir la caricia de una gota de lluvia e impregnarla en mi alma, en el espacio aquel en donde la vida no pasa, en donde los recuerdos no se alejan y las historias son presente, allí donde nace y muere la eternidad.

Baja el ritmo amigo Tiempo, no hay prisa por llegar a donde sea que vayamos, permítenos disfrutar cada caricia, explotar con cada rayo de sol, vibrar con el viento frio de noviembre y refrescarnos bajo la cálida sonrisa de una playa caribeña, así, sin prisas, sin reloj que nos marque el paso, sin segundos que exploten recurrentemente en nuestra conciencia, sin agujas que nos muestren, incansablemente, lo poco que queda al frente y lo mucho que ya ha quedado atrás.

Como las nubes que van suspendidas en el cielo, así debes dejarnos flotar, amigo Tiempo, en medio de la inmensidad e impregnados por todo, pero afectados por nada, viendo con calma el pasar de los días, volando plácidamente hacia un horizonte infinito, con calma, hablando con las fugaces estrellas acerca de perpetuidad y filosofando con el sol acerca de lo efímero.

Déjanos, por favor amigo Tiempo, que sea el ser nuestro objetivo, que el cuando pierda interés y el como sea una genial aventura, una de esas que cuentan los ancianos, con los ojos llenos de juventud y manos ajadas por la vida, que sea una aventura de aquellas que vale la pena contar, recordar, pero, sobre todo, de esas que vale la pena vivir

Permíteme, amigo Tiempo, que este momento sea eterno, que estos seis brazos sigan unidos y envueltos en profunda felicidad, llenando estas almas de plenitud y en una sonrisa eterna que haga que el mundo se detenga, que bajemos de él con paso calmo y disfrutemos, como lo hacen los niños, como siempre debimos hacerlo, de este momento infinito.

Gracias, amigo Tiempo.



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