viernes, 30 de agosto de 2013

Cuando soy aquel

La vida da vueltas y se escurre rápidamente entre nuestros dedos, como siempre nos dijeron padres y abuelos, disfruta los momentos y aprovecha el tiempo acordate que el tiempo perdido hasta los santos lo lloran, decía mi abuelita, aquella viejita que tanto me quería y disfrutaba compartiendo su tiempo conmigo, y por supuesto el sentimiento era mutuo.

Por aquellos días veía como los “viejos” vivían preocupados por nuestra generación, vi las angustia de mi madre y también sus profundas alegrías resultado de mis acciones, la escuche rezando por mi vida y por sabiduría para guiarme, la vi angustiada por mis aventuras nocturnas, emocionada con mis notas escolares y preocupada por los recurrentes reportes, como se preocupaba la viejita

Recuerdo su angustia en la fila, mientras esperábamos pacientemente que el doctor de turno nos atendiera, su preocupación por la situación y el futuro del país, por la inseguridad y los riesgos que su hijo corría mientras yo estaba en la calle jugando, y aunque lo veía todo no entendía por que aquel nivel de aprensión, ha de ser la edad me decía para mis adentros.

Camine junto a ella en incontables oportunidades mientras nos dirigíamos a traer resultados de mis estudios, las calificaciones siempre podían traer sorpresas, incluso para mí, pero había algo que era constante y que acompaño aquellas visitas en todos mis días de estudio

-          Señora, buenos días, la verdad las notas están bien, la evolución del alumno está conforme lo que se requiere, lo único es que “NO SE QUEDA QUIETO SU HIJO”, no importa si lo pongo hasta adelante, si tiene trabajos especiales, si le llamo la atención o si le bajamos puntos… “NO SE QUEDA QUIETO SU HIJO”…

A lo cual mi pobre madre sonreía apenada y prometía hacer algo al respecto, y de decir que muchas veces intento, muchas cosas hizo para lograr que me quedara quieto y pusiera más atención, hasta que  a fuerza de cansancio llego a una conclusión, yo no cambiaría y no le hacía daño a nadie así que, ni modo.

Muchos años han pasado desde aquellas aventuras y ahora soy yo quien hace fila para ir a recibir resultados de mi hijo, me lleno de orgullo cada vez que me dicen cosas buenas de él, como casi siempre pasa, me lleno de felicidad cuando veo su sonrisa y felicidad, cuando veo sus progresos académicos y empatía con el mundo, cuando lo veo haciendo amigos, cuando lo siento lleno de amor.

Hoy parece que yo aquel “viejo” que veía cuando era pequeño, preocupándose por el futuro, alegrándose por los logros de mi hijo, preocupado por el futuro, ansioso por la inseguridad, tratando de hacer lo mejor que puedo, ahora soy yo el viejo aquel que dice una y otra vez lo rápido que pasa la vida y le dice a otros que aprovechen cada segundo, pues se van rápido y no regresan, soy ahora yo quien repite sin cesar las vueltas que da la vida y lo importante de decidir ser feliz a cada momento.

Soy yo ahora el viejo que de niño veía, el tiempo ha pasado y me hace entender las frases aquellas, el tiempo va caminando y me enseña las razones tras de aquellas “frases de viejos”, el tiempo me ha dejado ver las numerosas vueltas que da la vida, el tiempo va y me está pasando la factura, especialmente cuando llego a recibir resultados de los estudios de mi hijo, y veo que entre todas sus virtudes la conversación que constantemente se repite, a que no adivinan cual es

-          Señor, buenos días, la verdad las notas están bien, la evolución del alumno está conforme lo que se requiere, lo único es que “NO SE QUEDA QUIETO SU HIJO”, no importa si lo pongo hasta adelante, si tiene trabajos especiales, si le llamo la atención o si le bajamos puntos… “NO SE QUEDA QUIETO SU HIJO”…

No sé si será el karma, no sé si mi pobre hijo es simplemente víctima de mi genética, tal vez simplemente  ahora soy yo él viejo de treintaitantos años que es visto por niño de 5….


Y si es karma… ¡LAS QUE ME HACE FALTA PAGAR!... prefiero pensar que ahora soy  yo el viejo y ya.


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