lunes, 21 de mayo de 2012

Atrás y al frente


Aunque mi memoria es limitada y tiene serios problemas de recordar detalles, y aun cuando mi esposa piensa que es memoria selectiva y conveniente (a mis intereses por supuesto), yo la verdad no estoy seguro de eso, pero por la integridad y salud de mi dentadura es algo que no debato abiertamente con ella, aun así,  con lo limitado de mi memoria  y lo selectiva que esta pueda ser, hay cosas que vienen a mi mente con total claridad y no tienen margen de duda, una de esas verdades en mi recuerdo es que “algún día fui niño”, y no pongan esa cara de susto, fue hace varios años pero el recuerdo es más claro que el agua, estoy completamente seguro de que fui un mocoso imprudente y juguetón, de esos que corrían de arriba para abajo, jugaban con la comida, se tiraban al suelo a jugar sin ver si estaba limpio o no y exigía la atención de mis padres a cada segundo.

Estoy seguro que era tan insistente como mi hijo de 4 años cuando había algo que me llenaba de emoción, estoy seguro que también fui un imprudente que interrumpía a cada momento cuando los demás hablaban, estoy seguro que era uno de esos que por alguna extraña fuerza del universo nunca podía regresar limpio a casa y que más de una vez me vi obligado a ser bañado en el jardín para evitar una catástrofe de suciedad dentro de casa y puedo decirles que son los mejores recuerdos.

También fui de aquellos que no quería ir a dormir pues quería disfrutar cada segundo con mis padres, fui de aquellos que no entendía del cansancio de mis padres y cuando hablaban de un descanso yo quería “descansar” con ellos y hacerlo jugando claro está, fui de aquellos que sabía que no había lugar más seguro en el mundo que los brazos de su madre, que se creía una mezcla de  superman, spiderman, hulk, batman y demás secuaces, que defendería a su mama hasta de un dinosaurio, empuñando una espada imaginaria con poderes mágicos y un escudo a prueba de todo que estaba fabricado de carton, por arte de magia creía saber kempo, kung-fu, yudo y demás artes marciales y el mundo caería a mis pies si yo así lo decidía, una especia de Kung-Fu Panda mezclado con Tohr y el Ironman.

Mi imaginación era más amplia de lo que alguien pudiera imaginar, y a decir de mi esposa sigue así a juzgar de las historias que cuento a nuestro hijo a la hora de dormir, desde subir montañas, pilotear aviones de guerra, carros de carreras, nadar bajo el océano y demás invenciones corrían por mi mente, pero claro nunca le decía lo que pensaba a los adultos, en mi interior yo creía que ellos leían mi mente, entonces hoy está claro que no entendían cuando saltaba desde lo alto de algún mueble o me adentraba en las profundas aguas de la pila donde lavaban ropa o bien salía como loco en bicicleta a mas de 2,000 kilómetros por hora, qué tiempos aquellos, por lo menos para mí, yo sé que mi pobre madre, padre y abuelos vivían estresados y reparando mis repetidas heridas de guerra y por supuesto los consabidos regaños para ver si el niño decidía estar un poco menos loco.

Más allá de eso estoy casi seguro, 99.99% seguro que todos los viejitos que vemos por la calle, caminando a paso lento, a veces con ayuda de un bastón y con suerte de alguno de sus hijos o nietos, también fue niño, también creyó tener el mundo a sus pies y también hubo un tiempo en que pensó que podía cambiar el mundo, el también quiso proteger a sus padres de todo mal y también corrió con los brazos abiertos soñando con que piloteaba un avión.

Este respetable anciano lleva hoy algunas memorias, otras ya se han perdido, algunas veces recuerda los mismos eventos una y otra vez, nos cuenta como si de una nueva historia se tratara cuando en una oportunidad defendió a una mujer hermosa de los malhechores y los corrió a los puños, ella se enamoro de él y desde aquel día estaría destinada a ser nuestra abuela, la abuela tiene una versión un poco menos romántica claro está,  el lo cuenta con emoción, con energía, con el corazón palpitante y en sus ojos se puede ver aquel momento que lo llena de vida, aunque el resto de la familia sepa el desenlace, los personajes y toda la historia pues la han escuchando más veces de las que pueden contar, aun así, el se emociona nuevamente.

Y qué decir de aquella viejecilla llena de amor para dar y que se preocupa tanto de todos los que son menores que ella que anda repartiendo bastonazos a diestra y siniestra a los que no le hacen caso, es de hacer notar que para esta señora cualquier persona menor de 55 años es un bebe y necesita ser protegido y orientado en esta vida, ella no agrede, simplemente corrige como lo hizo con sus hijos hace ya tantos años, no lastima, guía como a ella le enseñaron sus padres, no pelea, simplemente su alma se llena de angustia al ver a algún joven en pasos dudosos pues ella sabe perfectamente cuál será el final de esa historia, ella no es cascarrabias, simplemente es sabia, ella no le teme a nada, pues ya lo ha visto todo.

¿Y por que recordar los extremos de la vida? Se preguntaran ustedes, por que recordar a los niños intrépidos y a los ancianos sin límites, o bien podría decir a los niños sin límites y a los ancianos intrépidos, ¿porque ambos ven la vida con ojos de ilusión estando en los extremos de la existencia?, tal vez las razones sean diferentes, pero ambos aman la vida, adoran la aventura, saben lo que es el amor puro y verdadero, entienden lo impactante de un abrazo, lo demoledor de una caricia y lo reconfortante de un beso, tal vez por eso ellos se llevan tan bien de forma natural, tal vez por eso niños y ancianos coinciden muchas veces y forman las más grandes amistades, tal vez por eso nietos y abuelos son los cómplices más peligrosos que el mundo pueda imaginar

¿Y por que es importante recordarlo?, cada vez que un niño esté a punto de sacarte de tus casillas, que un imprudente infante no te deje hablar con tranquilidad, o que un regalo de tu hijo traiga una serie de consecuencias impredecibles, desde un vidrio roto hasta un par de muebles quemados, no perdamos de vista lo importante, no olvidemos que está aprendiendo a ir por este mundo, pero más que nada no olvidemos nunca que cuando hace años, nosotros hicimos lo propio, hubo unas manos que nos guiaron, unas palabras que nos orientaron y unos seres que nos llevaron al camino correcto.

Recordemos aquellos momentos, lo más detallado posible, recordemos las manos firmes pero amorosas que nos guiaron, las caras duras que nos asustaron, los golpes que nos dolieron y algunas veces no entendimos porque, los castigos que nos enseñaron, los premios que nos motivaron, las palabras que nos incentivaron, las caricias que nos animaron, recordemos todo en detalle y recordemos como nuestro niño interno se sintió en cada una de esas oportunidades, y entonces, recordando lo que nos ayudo y lo que solo nos lastimo, teniendo en mente lo que nos hizo crecer y lo que simplemente dejo una cicatriz sin razón, con todo eso en nuestro pensamiento analicemos como actuar hacia un ser indefenso, que aunque inquieto y algunas veces imprudente, no tiene maldad en su ser y que no tiene la culpa de que alguien no le enseñara los límites de la vida, recordemos esto y pensemos como queremos ser recordados por ese inocente ser, ¿con amor y agradecimiento o con miedo y dolor?

Lo mismo pasa con los niños de 70 años en adelante, cuando nos cuenten una historia que ya hemos escuchado, cuando recibamos regaños aptos para niños de 5 años, cuando los veamos pensativos y lentos en su andar, cuando sus mano poco agiles cometan errores, cuando su vista cansada no sea capaz de ponernos atención, cuando sus manos cálidas y marcadas por el tiempo tomen las nuestras sin saber porque, pensemos como queremos ser tratados cuando lleguemos a esas edades, pues si tenemos la dicha y la bendición de llegar a ser como ellos, pensemos como quisiéramos ser tratados.

Escribo esto inspirado en la ternura de niños y ancianos, en la vulnerabilidad de ambos, en lo frágil de sus corazones y en el amor incondicional que nos dan a cada momento, no tienen límites, no conocen el miedo.

Nunca olvidemos de dónde venimos y lo que sentimos en aquellos tiempos y tampoco olvidemos hacia dónde vamos y como queremos sentirnos, ellos merecen todo nuestro amor, respeto y tolerancia,  y si alguien lo duda simplemente recuerde, y si alguien no cree simplemente razone

En mi mano de niño hay huellas de los adultos que me llevaron por la vida, en mi mano de hombre están las caricias del niño que llena mis días, en mi mano de anciano espero tener el amor de quienes trate con dignidad en mi vida y el perdón de quienes herí sin desearlo.

Es simple, trátalos como quisiste o quisieras ser tratado, el mundo puede ser mejor y todos merecemos estar en el

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