lunes, 17 de septiembre de 2018

Sueños bajo la mesa.


Entre el ruido y el bullicio de un domingo cualquiera se van pasando los minutos, con la esperanza de un milagro, aferrándose a lo último que le queda, con las fuerzas ya desgastadas por la realidad y el ánimo evaporado gracias al desconsuelo, con la angustia en el alma y el peso en sus hombros de unas bocas hambrientas, que deben ser alimentadas, con la única fuerza de la esperanza manteniéndola en pie y la angustia de alimentar a sus hijos la mantienen despierta.

Así se le va la vida, y los días, todos los días son iguales, piensa para sí, hace mucho dejo de ver diferencia en los amaneceres, ya los sueños se estrellaron con la realidad, con la carencia, con la discriminación y con el cansancio de intentar sobrevivir. La esperanza, que para ella tiene color de hormiga, se desvanece en la búsqueda de soluciones a su miseria, solo ebrio, atarantado por la bebida, golpeando los sentidos con alcohol, o algo más, es como se puede vivir aquí, dijo aquel gran escritor hace ya varias décadas, y la realidad sigue siendo la misma.

 A sus pies, sin el valor para poder siquiera verla, o intentando no verla por un momento, tal vez así desaparecen sus necesidades, se van esfumando los sueños de la pequeña mientras la madre sigue buscando alternativas para sobrevivir, en su mente seguro se dibuja como su historia se repetirá, aunque ella quiera evitarlo, el cuadro lo completa el desfile de independencia que va cruzando la esquina, con bombos y platinos celebran los patojos una independencia que no fue, anuncian una libertad que no existe y, con sus ropas nuevas y relucientes que aún están siendo pagadas, son aplaudidos por sus padres y familiares, orgullosos de ver aquellos patrióticos actos, celebrando el amor patrio de sus hijos, ese amor a una patria que no los reconoce, no los ve, no los siente propios pero que sabe perfectamente cómo utilizarlos.

La miseria tiene muchas caras, la indiferencia de quienes pasan, la obediencia y preservación de ideas y “tradiciones” irreales de parte de la población, el manejo de masas, por decir solo algunas.

Mientras tanto, ellas siguen con hambre, el desfile sigue su curso, muchos creen que realmente hubo independencia y la celebran, otros, lejos de allí, entre rones caros y música de fondo, mueven sus piezas para que nada cambie, este modelo de miseria, necesidad, falta de educación e ilusiones cada cuatro años les conviene mucho.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nos encanta leer tus comentarios, por favor dinos que piensas

A sorbos

Sorbo a sorbo se va consumiendo el café de aquella mañana, día nublado de junio en el que el cielo parece informar que pronto dejará caer go...