miércoles, 13 de agosto de 2014

Como este, pocos.

Que dolor más cabrón el que se siente cuando eventos del diario vivir no hacen más que recordarnos la frustración latente de existir en un lugar que poco a poco se va al infierno, donde las muertes son comunes, donde se juzga al caído y se le busca explicación a su muerte basándonos en bizarros juicios adornados con hirientes comentarios, donde la venganza (no se sabe de o contra que o quien) es la razón de existir de muchos seres, donde se ve con placer la muerte de alguien que no cabe en los putrefactos e hipócritas estándares sociales, donde la población, cansada de tantos sinsabores, se ha vuelto, sin darse cuenta, en eso mismo que acusa y señala, de victimas a victimarios, de juzgados a jueces, de huérfanos, viudos y viudas en asesinos, por lo menos de pensamiento.

Se trata cada día de ir haciendo camino, pero ver como de alguien caído se hacen eco y dicen que murió porque “de plano en algo andaba metido”,  “ese tenia cara de marero, a esos hay que matarlos a todos”, “es que tenía tatuajes usted, esa gente saber en que anda”, calificaciones que son suficientes para justificar asesinatos, agresiones, violaciones, etc. Que dolor más intenso se siente en realidad, ver segados por la injusticia los ojos de los justos, ver almas buenas corroyéndose por la ira y la indignación, perdiéndose en el laberinto estéril de la victimización sin acción alguna, por lo menos acción interna.

Duele hasta el alma, por no decir que me duele hasta la mierda, ver cómo somos una sociedad barbárica que se ha dejado vencer por la realidad, aplastando sueños propios y ajenos, degollando ideas, asesinando ideales, sobreviviendo a la vida en la búsqueda de culpables, arañando existencias anteriores y aun pensando, como si la realidad no hubiera sido lo suficientemente clara, que con represión esto se arregla, que con más muerte se acaba la muerte, que con más ira se acaba el odio, o, como dice el refrán, pensando aún que, tomándonos nosotros el veneno, será otro quien muera.

Simplemente hay días que duele demasiado palpar esta tragicomedia, y duele aún más estar metidos en el medio de todo este caos y poco, muy poco, es lo que podemos hacer para cambiar esto en un futuro cercano. Puedo entender las razones de quienes piensan como piensan, no es de juzgarlos el tema, es simplemente que duele que hayamos dejado que la realidad los arrincone a tal extremo que lo antes señalado como brutal, ahora es justificable si es dirigido a alguien que “parece sospechosos de algo”


Que dolor más cabrón el que siento hoy, discúlpenme por este desahogo…

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