miércoles, 16 de julio de 2014

¡Que juegazo!

Todo empezó con una grata y sorprendente noticia, en una emocionante reunión hace algún tiempo se me informo, tendría la posibilidad de asistir al máximo evento mundial de futbol, el campeonato mundial en Brasil, tendría la posibilidad de ir con un acompañante y disfrutar de un partido de las semifinales, en Sao Paulo, en el nuevo estadio Arena Corinthians, era un premio inesperado y por demás ¡grandioso!, ir a un mundial, entrar por primera vez a un estadio, ¡y miren que estadio me tocó!, ver por primera vez un partido en vivo y disfrutar del vibrante ambiente, todo pintaba como una súper aventura.

El tiempo paso lentamente, y fuimos viendo, mi hermosa acompañante y yo, como uno a uno pasaban los partidos previos al nuestro, reíamos con mi esposa, quien tampoco había entrado a un estadio antes, y hacíamos escenarios de quienes podrían estar en aquel gran juego, ¿qué equipos veríamos?, ¿Cómo funcionara todo aquello para albergar más de 60 mil personas en un solo lugar?, todas las dudas normales de un par de principiantes en estos temas.

Después de mucho tiempo y varios partidos el momento llego, maleta en mano, cargados de emoción, expectativa y muchas ganas de ver buen futbol, subimos al primero de 2 aviones que habrían de llevarnos al país de la samba, los cocos, las playas, las sonrisas y la vibrante alegría, todo aquello lo acompañaban de cerveza, caipiriñas, picaña y muy buena vibra.

Al bajar del avión, en el aeropuerto Guarulos, nuestra sorpresa fue muy grata, clima agradable y un poco frio, ideal para caminar por allí, un poco de lluvia pero nada que impidiera alguna actividad y la calidez de las personas brasileñas que nos acompañó durante toda nuestra estancia.

El día había llegado, era el momento de ver el encuentro, nos dirigimos al estadio, un monumental templo erigido para albergar justas de alto nivel, casi torneos medievales, la diferencia era que esta vez no se jugaba con una lanza, era una pelota la que marcaba el ritmo, los contrincantes no subían a caballos, utilizaban sus piernas para correr y hacer las más variadas peripecias, no se jugaba la vida, se jugaba el honor de levantar, al final del torneo, la copa que lo definiera como campeón mundial, aquí, al contrario de como sucedía hace algunos siglos, no había enemigos jugando, había rivales deportivos que dejaban todo en la cancha para poner en alto el nombre de su tierra, pero que también tendían la mano al caído y le consolaban sus lágrimas.

Entramos al recinto, era un acto casi religioso, metódico, lleno de místicos procesos, personajes coloridos, alegría vibrante, sana competición, cantos de fuerza y pasión, y por supuesto, un rectángulo engramillado que serviría de escenario para que los 63,270 espectadores que nos encontrábamos presentes en aquel lugar, pudiéramos ver como 22 titanes dejarían su alma, su pasión, su resistencia, su perseverancia y su amor por lo que hacían en aras de conseguir una victoria.

Uno a uno fueron saliendo los titanes, las voces de bienvenida llenaron todo los espacios disponibles, unos y otros cantaron el himno de su país llenos de emoción, sacando de sus pulmones, con toda potencia de la cual eran capaces, cual canción de guerra, cada una de las notas del himno que los identificaba como nacidos en las mismas tierras de uno de los dos bandos de gigantes, el juego estaba por iniciar.

Unos y otros corrieron para lograr el objetivo, el tan ansiado gol que haría saltar de entusiasmo a una mitad del templo, y que sumiría en la angustia a la otra mitad, por no mencionar a los millones de espectadores que desde reinos lejanos presenciaban este duelo gracias a la tecnología.

¿Quién Jugaba?, el mundo futbolístico
¿Quién gritaba?, el mundo futbolístico
¿Quién cantaba?, el mundo futbolístico
¿Quién disfrutaba?, quien así lo quería

¿Quién ganó?, ¡ganamos todos!, los que jugaron, los oponentes, los que vimos, los que estábamos allá, los que desde lejos lo veían, los que soñaban con la siguiente etapa, los que abrazan el espíritu deportivo, los que creen en el juego justo, los que sueñan con el deporte como salida, los que viven en sus venas la tradición, los que empiezan ya a prepararse para el próximo mundial…

Ganamos todos con lo allí mostrado, gracias J&J por esta oportunidad única de ser parte de un evento de tan grande importancia, de emociones sin igual, de vibración, de hermandad y de sana competencia, ¡gracias por todo! ¡La pasamos genial!






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