Había una vez, un reino mágico y distante, lleno de criaturas increíbles, personajes de fantasía y misteriosos eventos, el reino estaba en un lugar secreto y muy lejano, al cual solo podían acceder aquellos de alma noble, corazón valiente y gran inteligencia.
En el reino había un príncipe valiente que se preocupaba porque todas la criaturas del reino tuvieran siempre lo necesario para vivir, jugar y en algunos casos hacer travesuras, los hipoaguilas siempre bulliciosos al volar por los cielos y reír a carcajadas, tanto que desde la tierra se les escuchaba, las ratapez que corrían alegremente por el campo, se deslizaban por recovecos y saltaban alegres para nadar en el rio de aguas con colores del arcoíris.
El príncipe disfrutaba de ir andando por los bosques de árboles parlantes, esos que siempre le contaban alguna historia mientras el caminaba, ellos parecían estar conectados pues a cada paso del príncipe era un árbol diferente el que continuaba contando la misma historia, se decía que aquellos seres habían vivido tantos años que conocían a los abuelos y tatarabuelos de los abuelos del príncipe, en sus raíces guardaban la historia de aquel reino, desde que llego el primer habitante hasta aquellos días, vieron pasar los años y las eras, vieron pasar muchas cosas bellas, pero sobre todo vieron pasar la peor tragedia que podía haber pasado, fue el día aquel, hace muchos años en que una criatura cruel llego al reino y casi lo destruye, pero aquella historia habían prometido no contarla al príncipe, era muy joven aun y le tenían mucho aprecio, al igual que todos los demás seres del reino.
Mientras paseaba por el bosque aquella tarde, los arboles parlantes le contaban la historia que más le gustaba, aquella del unicornio pinto, mitad blanco y mitad azul, que curaba con el toque mágico de su cuerno de cristal, pero de pronto un gran estruendo sonó en el bosque, los arboles callaron de inmediato y el príncipe corrió hacia donde había escuchado el sonido.
Al llegar vio algo que no podía creer, si amigo Pinamilo estaba en el suelo, alguien había cortado su tallo, el lloraba por el dolor y los demás arboles parlantes veían aquello con terror y mucha tristeza, el príncipe rápidamente corrió al lado de su amigo, acaricio sus hojas y le pregunto qué había pasado, entre lágrimas y sollozos Pinamilo le dijo:
• Hola príncipe, todo paso muy rápido, yo escuchaba a mis hermanos relatar la historia que tanto te gusta, cuando una sombra se abrió paso a gran velocidad y me golpeo en el tronco, me golpeo tan duro que corto mi tallo y caí de espaldas, me duele mucho príncipe, me duele…
• Amigo Pinamilo, lamento lo que te paso, pero no desesperes, yo te ayudaré. Amigos Parlantes, llamare al mago del reino para que venga a ayudarnos
En aquel momento saco de su bolsa un cuerno de forma extraña y lo soplo con todas sus fuerzas, mágicamente apareció una figura extraña a su lado, era un ser que parecía flotar en el aire, parecía como un perro grande que tenía alas como de ángel, el príncipe le pidió que trajera al mago de inmediato, había una emergencia.
El mago llego lo más rápido que pudo, metió en un saco todas las pócimas mágicas, libros de hechizos, un par de duendes rojos y todo lo que podría necesitar, monto a la extraña criatura y salieron volando a toda velocidad por el bosque, buscando al principe y su amigo, los duendes que estaban agarrados de la orilla de la bolsa empezaron a gritar que habían visto su destino, todos quedaron sin palabras al ver a Pinamilo en el suelo, el mago se bajó rápidamente y le dio instrucciones a los duendes, debían buscar semillas de árboles flotantes rojos, pelos de sapo rastrero y un par de hojas de flores curativas da aguas frías.
Los duendes salieron corriendo y mientras lo hacían el mago inicio a mezclar unos ingredientes raros, los revolvía en una vieja olla de piedra y sacaba muchas cosas del saco que había llevado desde su laboratorio, tomo un poco de agua de lluvia de estrellas que guardaba en un recipiente en forma de luna, cuando estaba todo mezclado llegaron los duendes con los ingredientes, el rápidamente los mezclo, los batió vigorosamente mientras los duendecillos hablaban en su idioma algo que casi nadie entendía, pero que el príncipe había aprendido a entender pues su tío abuelo había sido criado por duendes.
Al finalizar la mezcla el mago la tomo entre sus manos y delicadamente la aplico a ambos lados del tronco roto, acaricio con mucho cuidado las partes más lastimadas y le dijo a Pinamilo
• ¿Te sientes mejor amigo?
• Si mago, gracias, ya no me duele tanto
• Ahora levantémoslo para que su tronco se vuelva a pegar – dijo el príncipe –
Nadie hablo, todos bajaron la mirada con tristeza,
• Una vez roto no hay forma de pegarlo de nuevo
• Debe haber una forma – dijo el príncipe lleno de angustia al ver a su amigo tirado en el suelo– siempre hay una forma
• No la hay - dijo el mago – o por lo menos yo se de alguna forma
El príncipe no podía creerlo, su corazón estaba triste al ver a su amigo en el suelo
• Arboles parlantes, ustedes han vivido mucho tiempo debe haber una forma – dijo el príncipe –
• Hay una forma – dijo uno de los arboles más viejos – pero es muy peligrosa príncipe
• No importa, no podemos dejar a nuestro amigo
• Debemos encontrar al unicornio pinto, su cuerno mágico de cristal puede curarlo
• Yo iré por él, ¿dónde está?
• No es tan fácil, es prisionero de Malquievac…
• ¿y quién es Malquievac?, ¿Dónde lo encuentro?, ¿Dónde vive?
• Malquievac es el más terrible enemigo del reino, la única razón por la que dejo de aterrorizarnos es que el unicornio pinto se sacrificó y creo la montaña de hielo en donde ambos están atrapados, si sacas al unicornio también podrá salir libre Malquievac…
• Pensemos entonces como haremos para atrapar a Malquievac de nuevo, mientras me voy a la montaña de hielo, debo sacar al unicornio, es la única forma en que podremos salvar a Pinamilo
El príncipe abrazo a su amigo Pinamilo, llamo al mago, a los duendes y a la criatura extraña, debían emprender el camino a la montaña de hielo, el camino era largo y peligroso, pero debían apresurarse, Pinamilo solo podría esperar 15 días, después de eso no habría más que hacer.
El equipo estaba listo, el príncipe tomo la delantera, había mucho que recorrer, la montaña de hielo estaba en las afueras del reino, en los confines más lejanos, justo en la frontera con el temible mundo real, ese donde vivían los seres más peligrosos de todos, los humanos.