viernes, 11 de octubre de 2013

Extraños Momentos

CASO 1

“Más vale una amistad perdida que una tripa retorcida”, decía mi sabia abuelita, QEPD, haciendo referencia a esos momento de incontenible sufrimiento, esos que nos obligaban hacer uso de nuestra fuerza interior y estoicos principios, en los que los efectos de la física y la expansión de los gases se hace presente en nuestros seres, llevando los abdómenes a dimensiones inimaginables, y aun con los dientes rechinando, los ojos saltones, rojos y entrecerrados y los puños cerrados a todo lo que dan, llegando a verse totalmente blancos los nudillos de tanta presión, la tarea de mantener la expansión de gases sin fuga alguna parece imposible, una misión digna de Tom Cruise y sus “Misiones imposibles”. 

Si a esto agregamos que esos momento, casi por seguridad y apoyados por la siempre presente ley de Murphy, suceden cuando estamos vestidos de frac, en una reunión elegantísima, con los jefes y sus esposas cerca y pues es imprescindible encontrar una solución, no queda más remedio entonces que buscar el lugar más alejado del salón, de preferencia cercano a alguna ventana o ventilación, identificar a alguien a quien poder echarle la culpa, de preferencia alguien con cara de culpabilidad o sufrimiento, luego pides con toda la fe, a todos los santos que tienes en mente y a los que no también, que el proceso sea “lo menos audible posible” y que los aromas del fermento y proceso estomacal estén en niveles por debajo de la radiación de Chernobil, te encomiendas, cruzas los dedos, cierras los ojos, lanzas la última plegaria y… dejas que la física haga su trabajo, que la naturaleza fluya, que el abdomen se relaje, y no solo el abdomen, y claro, es imprescindible salir a otro rincón del salón para no estar cerca de la evidencia y poder señalar a la víctima previamente seleccionada, claro todo lo anterior me lo han contado mis amistades, lo visto en estudios conductuales estrictos y, deseo dejar claro, que no es nada que alguna vez me sucediera a mí.

CASO 2

Pero si el caso anterior es motivo de discusiones intensas en los más altos niveles de los círculos intelectuales mundiales, desde Oslo hasta Nueva York, desde las universidades de Praga, Moscú, Salamanca  y la Sorbone de Paris, es el conocido y renombrado caso del visitante verde inesperado, y no, no hace referencia a extraterrestres con pistolas laser y caras de pocos amigos, tampoco hace referencia al gigante verde, musculoso, descerebrado y poco amable monstruo lleno de rayos gama al que nombran Hulk, y menos aún del ogro maloliente, sucio, poco educado pero amistoso Shrek.  De lo que hablamos en este estudio meticuloso es del momento aquel, el cual siempre es el más inoportuno como bien lo vaticinaba Murphy en sus leyes, en el cual en un acto reflejo casi imperceptible nuestros pulmones expulsan con toda su fuerza el aire que contienen por el tracto respiratorio, pasa velozmente el aire por la laringe, se dirige a velocidades de vértigo por la nariz buscando una salida inmediata y finalmente sale de nuestro cuerpo… pero ¡O SORPRESA!, no salió solo el aire, en su proceso de salida paso tomando de la mano a un amigo pegajoso y verde que por alguna razón aún desconocida, pero en proceso de análisis a profundidad, el verde y pegajoso visitante fue a estacionarse en el lente derecho de nuestro interlocutor, al igual que el caso anterior hablo en base a evidencia literaria y no por motivos referentes a experiencias propias.

CASO 3

Los dos casos anteriores son objeto de mucha investigación, pero la realidad es que son procesos de generación involuntaria, el tercer caso es un poco más relacionado con el masoquismo y la falta de criterio, están más ligados con la irresponsabilidad y el ácido láctico que contienen nuestros músculos, es el caso del simpático caminar, es el caso de lo difícil que puede ser el proceso de tomar un vaso de agua sin derramarlo sobre la camisa, el proceso que al ser crítico hace casi imposible mover el brazo para lavarnos los dientes, hablo del proceso POST ejercicio intenso, ese ejercicio que realizamos después de 10 años de sedentarismo y creemos que aun somos los mismos que hace una década, hacemos los ejercicios con todo el feeling posible, dando muestra y haciendo gala, por orgullo y no  por capacidad, de nuestra aun delicada fortaleza al hacer ejercicios, la juventud aun la sentimos en nuestro ser, nuestros músculos, sorprendidos por la actividad hacen todo su esfuerzo para mantenernos en pie, nuestros pulmones hacen lo que pueden para mantenernos respirando y nuestro corazón casi pide a gritos un cardiólogo y resucitación urgente, al final vamos saliendo erguidos en ágil caminar, aunque con un temblor de piernas que pareciera que vamos bailando samba y no caminando, vemos las gradas para bajar con más miedo que cansancio, y después de un alegre danzar por ellas milagrosamente llegamos al suelo, y con orgullo partimos hacia nuestras actividades.

Lo bueno viene al día siguiente, levantarse de la cama es un acto cirquense en el que procedemos a dar mil vueltas antes de poder bajar una pierna de la cama y aruñando la pared nos ponemos de pie… o algo así, cuando para lavarnos los dientes debemos poder el cepillo en el lavamanos y mover la cabeza de un lado a otro porque el brazo no sirve ni para agarrar un borrador y ni pregunten por la ida al baño, cuando la vestida es más dolorosa que caída bicicleta en montaña de piedras y sin poner las manos, la puesta de zapatos menos mal que son mocasines porque si no me hubiera ido descalzo al trabajo.  Lo anterior es de hacer notar que trae como consecuencia el efecto de los casos 1 y 2 en repetidas oportunidades, en repetidos eventos y en cantidades ilimitadas, tanto en la realizada de los ejercicios como en el día después.

En síntesis, si los primeros dos casos son producto de la causalidad, los factores aleatorios o la mera mala suerte, el tercero es producto directo del masoquismo, el orgullo y la vejez…

Lamento no poder seguir escribiendo pero tengo calambre en la oreja, me duelen hasta las pestañas y ¡ya ni se cómo le voy a dar ENTER a esto para publicar!


¡AUXILIO! El tercer caso si es voz de experiencia… ¡piedad!


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