Hace algunos años me levante tan acelerado como
casi siempre, lleno de tareas por hacer, luchando la incansable batalla contra
el señor tiempo, tratando de hacer elásticos los segundos, acomodando las
actividades de tal forma que se hagan más rápido y por ende en menos tiempo,
todo con el afán de lograr salir de casa antes de que el trafico este en su
hora pico y me permita llegar rápido a destino para “tener más tiempo” de hacer
más cosas de mi trabajo y entonces poder salir relativamente temprano por la
tarde para poder compartir con mi familia.
Lo interesante del caso es que, como casi
siempre pasaba por aquellos días, cuando llega la tarde y finalmente se
vislumbra la luz que me llevara de vuelta a mi hogar, nuevamente inicia una
batalla para dejar listas todas las tareas del día, enviar los correos, atender
los requerimientos de última hora, correr para encontrar la mejor ruta a casa y
que tenga el menor tráfico, etc. Todo con el afán de abrazar a esos seres que
nos llenan de energía y nos recuerdan las cosas profundas de la vida, a los
cuales muchas veces encontraba ya en los brazos de Morpheo y por ende todo el
correr del día no había cumplido su objetivo.
El ciclo se repite una y otra vez, día con día,
mes a mes, año con año, y cuando llegó el recuento de las acciones en un
cumpleaños cualquiera, me llevó a preguntarme que es realmente lo que estoy
haciendo, cual es el objetivo de mi vida, que es lo que estoy logrando, que
estoy sacrificando para lograr ese objetivo, ¿estoy caminando en dirección de
mis sueños?, ¿estoy actuando conforme mis valores?, ¿estoy conduciendo mi vida
por el sendero que yo decido o bien estoy siguiendo el caudal de prisas y
presiones sociales que tan dócilmente nos dicen que hacer?, en ese día recordé muy
claramente como cada vez más decía “tengo que” en lugar de decir “quiero”
Hoy recordé aquel momento de introspección y
contradicciones, recordé como hubo un dialogo interno más o menos como sigue
-
Otto
1: compadre, ¿realmente sabes que estás haciendo?
-
Otto
2: no vos, no se… ¿y vos? ¿Sabes que estoy haciendo?
-
Otto
1: entonces sos pendejo o ¿qué te pasa?
-
Otto
2: quiero pensar en la opción 2, no me gusta pensar que soy pendejo J
-
Otto
1: ¡esto es serio cabrón!, no estoy para chistes, ¿Qué estás haciendo de tu
vida?
-
Otto
2: que carácter, ok ok, ya vi a donde queres llegar, pero no sé a dónde voy
-
Otto
1: ¿por lo menos sabes que queres?
-
Otto
2: estas muy filosófico hoy, esas son preguntas muy profundas
- Otto
1: pues te jodiste, empeza a pensar queres, que no pienso dejarte en paz hasta
no tener esa respuesta
-
Otto
2: ….
Este dialogo se repitió muchas veces y la mayoría
de oportunidades no llego a ninguna conclusión, pero sabía que debía seguir intentándolo,
por lo menos uno de mis yo internos así me lo gritaba al oído, un día entendí que
no se trataba solo de que hacía, se trataba también del significado que para mí
tenia lo que hacía, se trataba de disfrutar esa aceleración, de disfrutar los
minutos en los que compartía con mis seres queridos, de disfrutar mi trabajo y
lo que hago, entendí ese día que debía preguntarme si era feliz con lo que hacía,
la respuesta a esa pregunta me indicaría si el rumbo que tengo en mi vida es el
correcto o no.
La respuesta no siempre ha sido positiva,
muchas veces he necesitado detenerme a pensar, ¿si no estoy feliz cual es la razón?
Y luego actuar para resolverlo, aunque no siempre es sencillo.
No pretendo inspirar, no pretendo cuestionar,
simplemente este escrito pretende despertar en ti la curiosidad de detenerte un
segundo y pensar
¿Sabes a dónde quieres ir?
¿Vas por el camino que quieres ir?
No hay respuestas correctas ni incorrectas,
simplemente se trata de tu vida, disfrútala, solo tienes una.