Después de un rato de silencio en
publicaciones, quiero tomarme unos minutos para despedir este año, como un
ritual de despedida, como un momento para hacer una pausa, recapitular lo
vivido y extraer lo mejor de todo, como exprimiendo una naranja para sacarle
hasta la última gotita de jugo y hacer con este último, una bebida “espirituosa”
de esas calman la mente y alivianan el alma. ¡Va el primero pues!
Se fue otro año y este siglo parece ir cada vez
más rápido, ya sé que no es posible y que son solo suposiciones y formas de
hablar, pero eso es lo que a mí me ha parecido, mucho por lo cual sentir
gratitud, mucho amor recibido y mucho para dar, algunas lágrimas se colaron por
allí y un poco de angustia por la realidad mundial, y ni que digamos de la
nacional porque allí si nos podemos descontrolar, ansiedad también ha habido en
alguna medida, pero si hacemos un compilado podemos decir que, a nivel total,
siguen ganando, y por mucho, las cosas buenas, las que quitan suspiros, las humedecen
miradas, las que aceleran la respiración, las que, por un instante, nos hacen
sentir, y pensar, que hay esperanza y el humano puede evolucionar.
Con la consabida canción del año viejo en el
radio, esa que dice “… yo no olvido el año viejo, porque me ha dejado cosas muy
buenas…” (siéntanse felices de que sus oídos no están obligados a escuchar mi
poco agraciada voz intentando cantar, por no decir graznar), un “alipus “en
mano y otro entre pecho y espalda, con las manos abiertas le damos la
bienvenida a un 2018 que seguro traerá sus retos y aprendizajes, sus aventuras,
sus logros, sus bellezas, sus tristezas.
Antes de recibir a nuestro nuevo amigo, con el
umbral del tiempo abierto de par en par, abrazamos a nuestro querido 2017, allí
va el pobre, avejentado, remendado, todo golpeado, con ojos color berenjena,
con caminadito entrecortado y mirada vidriosa, con alguno que otro hueso roto y
varios magullones a diestra y siniestra, pero con la frente en alto, como quien
nos dice, “y contra todo pronóstico, lo logré”, se despide con un cálido
abrazo, queriendo decirnos con la mirada lo mucho que nos vio crecer, y la
cantidad de pendejadas que nos vio hacer, pero sobre todo, como quien nos
invita a que tomemos aire y recibamos a su sucesor, con la misma energía, la
misma esperanza, la misma fuerza y el mismo deseo de cambiar el mundo que él
nos vio en la mirada cuando se apareció.
Brindo pues, junto a ustedes y por ustedes, en
agradecimiento a lo que fue y lo que no fue, a lo que vino y a lo que se fue, a
lo que aprendimos y a lo que aun deberemos aprender, a quienes tuvimos y a
quienes partieron, brindo por lo bello que queda, que siempre queda, y por las
heridas que, en su proceso de sanación, nos harán más grandes, más fuertes, más
humildes y espero, más humanos.
Otro vaso está vacío y son dos los que van ya
entre pecho y espalda, y con la parte de la canción que dice “Ay me dejo, me
dejo, me dejo, me dejo cosas buenas, cosas muy bonitas” les deseo a cada uno un
feliz año nuevo, lleno de renovación, reflexión, esperanza y muchos sueños,
porque que sería esta existencia sin sueños que inspiren, que guíen, que
iluminen y que hagan volar nuestros seres internos.
¡Nos vemos el otro año pues! Musicon, otro
trago y mis más sinceros deseos para la aventura que esta por empezar, !vamos a
vivirla con todo!