Se me ocurrió soñar, sin rumbo preciso, sin fin
alguno, sin siquiera tener en mente el típico “para que”, soñé dejando salir mi
alma y permitiéndole volar sin cadenas, la deje libre de pasear por allí
creando imágenes, permitiéndole trepar a los rascacielos de los anhelos y
deseos, fui creando en ese espacio unos momentos memorables, cargados de
intensos sentires y escasas personalidades.
No soñaba con mañana, acariciaba el hoy
entendiéndolo como un sueño, y es que quitando las pequeñas y molestas
piedrecillas del día a día, de la cotidianidad, es deslumbrante el sin fin de
momentos que diariamente iluminan el alma, las caricias que nos visten todo el
día, las miradas que nos abrazan al caminar, los besos que nos matan de amor, dulcemente.
Me permití soñar y es tan difícil regresar, es
bello ese mundo etéreo aislado del universo en donde lo intrascendente no
existe, el dinero no domina, un mundo paralelo en que los humanos coincidimos más
de lo que nos imaginamos, es la utopia de la existencia, donde vivir es simple,
amar es real, y aquí y ahora es el único momento y lugar importante.
Me permití soñar y acaricie con mis manos la
tierra que alguna vez recibió tus pasos, me permití soñar y besé con el
alma el aire que alguna vez lleno tus
pulmones, me permití soñar y contemplé el paisaje que alguna vez inspiró tus
actos, me permití soñar y volví al sitio donde alguna vez, hace algún tiempo, caminamos
juntos por última vez.
Se me ocurrió soñar y ahora no quiero dormir,
temo perder este instante y nuevamente dejar de soñar.