lunes, 27 de octubre de 2014

El momento aquel

Será bajo los anaranjados rayos de un atardecer de invierno que nuestras copas se unirán de nuevo, y brindaremos al compás de los tragos y reiremos de esas cosas que tú sabes y yo sé, esas que te contaré aunque ya sepas, y reirás aunque conoces ya el relato, acariciaremos momentos, atesoraremos historias, haremos breve la eternidad de un atardecer de noviembre, frío, despejado y con los rayos que van languideciendo en el horizonte.

El vino fluirá y llenara las almas, abrirá los corazones y acercará los seres, pues en el silencio estará el momento aquel que tanto duele, ese del que no hablaremos y que ambos sabremos, será un secreto que guardaremos porque tú sabes y yo sé, será el instante en que dejaremos fluir un ayer entrecortado y visualizaremos un mañana diferente, será el momento en que el ayer y el mañana sean uno y el tiempo poco signifique.

Aquel día habrá de llegar, lo sé, lo siento, tal vez solo lo pienso, tal vez solo lo quiero, tal vez jamás llegará, pero mientras averiguo, es mi deber llenar de anécdotas esta historia, poblarla de momentos, pintarla con vidas y adornarla con sonrisas y una que otra lagrima, será como llenar un álbum para entregarte humildemente en el momento en que te vea, para que puedas ver que ha pasado por aquí mientras no has estado, o mientras yo no he estado, quien sabe.

Y el día llegará, en que deshojemos aquel álbum lentamente, y el día llegará en que el vacío sea menos, y el día llegara en que de nuevo reiremos  como locos, en que disfrutaremos un abrazo y tal vez, solo tal vez, entenderemos el sentido de este secreto que con tanto celo guardamos y que hasta el día de hoy sigo sin entender, me gusta pensar que tú ya entendiste la razón del mismo y que soy solo yo quien aún anda en la búsqueda.

Hasta aquel atardecer entonces, prepárate para aquel día como lo haré yo, acariciando los rayos del sol  en su despedida, sorbiendo de a poquitos un vino, recordando, como lo hago yo, el momento en que nuestros caminos se separaron y nuestras vidas permanecieron atadas por el hilo del sinsentido.


Hasta pronto, hasta nunca, hasta el atardecer de hoy… otra vez.

viernes, 24 de octubre de 2014

En invierno

Con el amanecer de un sol esquivo, oculto tras las nubes y la llovizna, van apareciendo en el horizonte los trazos de un día incierto, igual que ayer, igual que mañana,  con sonrisas desparramándose frente a la mirada y lágrimas escurriendo alegremente en donde no se ve, en donde no se siente, en donde el gris del amanecer tiene su fuente y el obscuro sentir sacia su sed.

Gota a gota van apareciendo los espacios y tiempos del sentir, en donde la humedad se puede palpar y las texturas raspan el ser, van apareciendo cual demonios, emergiendo del centro del ser, los temores a una realidad palpable y aplastante, esa que en su cotidiano respirar nos impregna con el aliento de muerte y desesperanza, de egoísmo y soledad, aunque hay que decir la verdad, destellos de luz también da, pero en invierno poca luz se ve.

Ausencias sin sentido, vidas sin propósito, cosas con alma, pedazos inertes con valor, más allá del precio, generaciones enteras buscando tener, en lugar de ser, buscando poseer por robre cualquier otro propósito, dejando morir el tiempo en una búsqueda implacable, queriendo llenar almas con cosas, corazones con argumentos y mentes con metal, queriendo convencerse cada día con una realidad irreal, con una presencia inexistente.

Sonrisa en la máscara y lágrimas silenciosas e internas, sangre y avaricia sigue derramándose, el humano se ha vuelto animal y el animal es venerado, el frío hiela hasta las esperanzas…


El invierno del alma algunas veces llega sin aviso, otras veces avisa cuando lleva instalado ya varias temporadas…


A sorbos

Sorbo a sorbo se va consumiendo el café de aquella mañana, día nublado de junio en el que el cielo parece informar que pronto dejará caer go...