sábado, 17 de mayo de 2014

El Príncipe (CAPITULO III)

Con el pasar de las horas la luna poco a poco se fue escondiendo tras los árboles, y en el horizonte lleno de montañas fue apareciendo lentamente el sol, pintando de color anaranjado el cielo y las nubes, el cantar de las aves eran la alarma que despertaron a nuestros aventureros, principalmente el canto de las hipoaguilas, los cuales cantaban con una voz que se parecía al sonido de los violines más dulces.

El único que nunca durmió fue Bruluc, toda la noche estuvo de guardia, sentía una presencia extraña, pero no llego a ver nada, aun así se mantuvo alerta, se sintió aliviado cuando empezó a salir el sol pues eso, como por arte de magia, hizo desaparecer esa sensación extraña que lo mantenía alerta, se sintió tranquilo y más cuando vio despertar a sus amigos uno a uno.

Tito y Teto amanecieron sin mucha convicción, sus ojos no se querían abrir y caminaban como si fueran sonámbulos, el mago en cambio salto de su lecho  como si fuera un resorte, lleno de energía y sonriendo a todos dijo

-         ¡Buenos días amigos!, ¡Ya salió el sol!
-         Buenos días Mago -  casi con un susurro la reina rata pez -  no hable tan recio, recuerde que poco a poco nos estamos internando en las tierras lejanas, nunca sabremos quién nos ve, nos sigue o nos escucha…

El mago se sintió avergonzado y sonrió tímidamente,

-         Perdón, es que siempre despierto muy contento

El príncipe los observaba a todos y con una sonrisa en los labios los saludo a todos, a Bruluc lo vio a los ojos y le agradeció por haber cuidado al grupo toda la noche.  Todos comieron frutas, apagaron la fogata y recogieron sus cosas, tenían que empezar su camino.

Al frente siempre caminaba el príncipe, liderando y observando cuidadosamente cada camino que tomaban,  Bianca lo seguía de cerca, siempre dándole consejos de cual camino era más corto, cual más seguro y cual más conveniente. El mago llevaba a Tito y Teto en sus hombros y caminaba casi cantando de la alegría de ir por el campo, se quedaba callado solo porque ya le habían dicho del peligro de hacer ruido.  Al final de la línea caminaba Bruluc, cuidándolos a todos y como centinela vigilando los alrededores, todos llevaban en mente a Pinamilo.

Aquella mañana poco a poco se fueron alejando del reino del príncipe,  caminaron por una larga planicie conocida como el ultimo rincón del reino, el príncipe sabia al salir de aquel lugar iniciaría la aventura por terrenos que él no conocía, debían ser precavidos.

El cielo ya estaba obscuro, una tormenta llegaría aquella noche, deberían encontrar un refugio para dormir y cubrirse del agua, el príncipe quería llegar a las montañas de rocas dormilonas, las llamaban así pues hacían un ruido que parecían ronquidos, nadie sabía porque razón hacían ese ruido.  Cuando empezaban a caer las primeras gotas de llovizna Bruluc alerto al equipo…

-         ¡GUAU!.
-         ¿Qué pasa Bruluc? – dijo el príncipe poniéndose alerta de inmediato
-         ¡GUAU! – ladro casi con alegría y dirigiendo su mirada hacia el cielo

Todos levantaron la vista y vieron a Petit, el gran hipoaguila, era conocido por ser el más grande y fuerte de sus hermanos, estaba volando en las alturas y les hacía señales para que lo esperaran, poco a poco fue descendiendo hasta que llego a una altura buena para aterrizar, Bruluc rápidamente se hizo a un lado, lo mismo hicieron Bianca, el mago y el príncipe, pero Tito y Teto, que se habían bajado de los hombros del mago, estaban discutiendo y no prestaron atención a lo que los demás hicieron.

-         ¡CUIDADO ABAJO! – grito Petit antes detocar suelo

Tito y Teto se vieron aterrorizados pero ya nada pudieron hacer, todos sabían que el más grande problema de un hipoaguila es el aterrizaje, y a nuestro amigo Petit este proceso siempre le resultaba complicado, en cuanto puso una pata en el suelo empezó a rodar sin control, dando vueltas, enrollándose en sí mismo y, esta vez, entre sus tumbos paso botando a los duendes, quienes salieron volando como como pelotas de ping pong, finalmente ellos aterrizaron a los pies de las rocas durmientes y el nuevo acompañante poco a poco se recuperaba del traumático aterrizaje.
-         Hola – dijo alegremente y haciendo una reverencia al príncipe – supe que venían por la cura para Pinamilo, yo quiero ayudarlos, fue muy difícil darles alcanzarlos, pero finalmente estoy con ustedes, ¿hacia dónde vamos?
-         Bienvenido – dijo el príncipe mientras todos lo abrazaba de su enorme cintura y el los abrazaba lleno de felicidad, Petit era grande, fuerte, poderoso, pero sobre todo muy noble
-         Vamos a buscar refugio, la lluvia esta por empezar y necesitamos un lugar para pasar la noche y descansar, habíamos pensado buscar en las rocas durmientes – dijo Bianca
-         Excelente, si quieren puedo volar para ver algún lugar en el que podamos quedarnos, los últimos rayos de sol aun me permiten ver algo – dijo Petit al tiempo que emprendía el vuelo
-         Solo avísanos donde aterrizaras para escondernos – dijeron entre carcajadas Tito y Teto

Petit rápidamente encontró un lugar no muy lejos de allí, una cueva en la cima de una de las montañas de rocas durmientes, parecía que antes había estado habitada por una familia de ardillas voladoras, pero ya no vivían allí.

Caminaron unas horas más y finalmente llegaron a la cima de la montaña, todos entraron cansado, habían caminado desde tempranas horas del día y ahora era de noche, no había comido en el almuerzo, solo habían tomado agua de sus cantimploras para no perder tiempo.

Petit llevaba algunas frutas secas del bosque que habían dejado atrás, las repartió entre todos y se dispusieron a comer, Tito y Teto repartieron algunas rodajas de pan, y mientras todos se alimentaban en silencio, Petit abrazaba a su amigo Bruluc y le acariciaba su cabeza, Bruluc había perdido sus alas, ya no estaba en el bosque.

-         Hemos de salir antes del amanecer -  dijo Petit – no podemos estar aquí cuando salga el sol, es peligroso, esta noche yo montare guardia, el lugar es seguro, tu descansa amigo Bruluc y repone tus energías, nos queda un largo día por delante mañana

Todos estaban de acuerdo, Bruluc no había dormido en varios días, esta noche parecía tranquila y Petit haría guardia, podría descansar tranquilo. 

Todos se juntaron al fondo de la cueva, todos menos Petit, él estaba sentado a la entrada de la misma, oculto entre las sombras, cuidando que nada sucediera, en su mente se repetía que debía estar alerta, aquel lugar parecía seguro pero ya no estaban en el reino, cualquier cosa podría pasar.

La luna era azul y rojo, mitad fuego y mitad hielo, alumbraba pálidamente aquella noche, los ruidos de la obscuridad eran pocos, los ronquidos de Tito y Teto era lo que más se escuchaba en la cueva, pero el cansancio del equipo era mayor que el ruido y casi todos cayeron inmediatamente dormidos

-         Gracias amigo por venir, es un alivio contar contigo – dijo el príncipe casi dormido

Petit sonrió, recordó como el padre del príncipe fue quien lo salvó a él muchos años antes cuando sin querer salió del reino y un grupo de cazadores quisieron comerlo, desde ese día siempre estuvo agradecido con el rey y ahora está dispuesto a proteger al príncipe contra cualquier mal… aunque ya le estaba dando sueño… mucho sueño…

Sin darse cuenta cae dormido quien debía protegerlos, todos duermen, incluso Bruluc…

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