Una tarde cualquiera, al inicio de la temporada
lluviosa, nos dirigimos al supermercado de la localidad junto con mi hijo de 4
años, aquel día llevábamos un encargo estricto de comprar algunas legumbres y
frutas, pan, leche y la especifica, clara, dura y amenazante directriz de NO
comprar nada adicional, eso quería decir no chocolates, no golosinas, no películas
y por supuesto nada del área de licores.
Con todo el buen ánimo en nuestro ser emprendimos la travesía, yo repasaba
mentalmente el pedido original para no olvidar nada y con especial cuidado en
no agregar, accidentalmente por supuesto, ningún artículo no solicitado,
mientras tanto, mi servicial hijo corría emocionado a traer una carretilla de
niños, hoy no llevaríamos muchas cosas, así que con su carretilla era más que
suficiente.
Buscamos rápidamente el pasillo de las frutas y
verduras y justo cuando empezábamos a seleccionar entre las naranjas, vi por un
espejo como una amable dama de la tercera edad, con su cabello totalmente
blanco, soportando su propio peso con la ayuda de un bastón, un suéter de lana
la protegía del frio supermercado y unos lentes redondos la ayudaban a definir
mejor sus alrededores, esta amable figura veía a mi hijo le sonreía amablemente.
Mi hijo, no muy dotado de amabilidad, se recostó
en mi pierna mientras notaba como aquella señora lentamente se acercaba, y
cuando ella estuvo lo suficientemente cerca como para acariciarlo le dijo,
-
Pero
que bebe más hermoso, ¿me regalas una sonrisa? – dijo la señora con un amplia
sonrisa dibujada en su rostro
-
Buenas
tardes… – dijo mi educado hijo, hablando sin abrir mucho la boca y entre los
dientes, mientras su espalda estaba completamente pegada a mi pierna como
pidiendo auxilio
El dialogo no paso a mas, la amable dama inicio
el proceso de selección de manzanas en el estante que estaba a espaldas del
nuestro, nosotros retomábamos nuestra rutina entre risas y juegos que eran
vistos por todos los demás compradores del día y nos acompañaban con sus
discretas miradas y sonrisas, todo estaba perfecto cuando de repente la
adorable viejecilla que recolectaba manzanas a nuestra espalda hizo una pausa,
levanto la cabeza, su mirada parecía cobrar un brillo especial y con una
agilidad propia de quinceañera en medio de fiesta de reggaetón se volteo se
apoyó en su bastón antes de caer el suelo y con su cara llena de alegría dijo
-
¡Sergio!,
¡Tu eres Sergio!, ¡Como has estado mi niño! Hace tanto no te veía
-
¿Perdón?
– dije sintiéndome en la misma posición que mi hijo hace unos minutos, asustado
y buscando si alguien había respondido a aquella efusiva alocución
-
Si
Sergio, ¿no me reconoces?, ¿es sobrino tuyo este guapo bebe? – ok, estaba
claro, me hablaba a mí, pero a esta edad es comprensible algunas pequeñas
fallas de memoria
-
Buenas
tardes señora, seguro me confunde con alguien más, mi nombre no es Sergio
- dije con toda la paz y amabilidad de
la que era capaz acompañando mis palabras de una grata sonrisa
-
¡Cómo
no vas a ser tu mijo!, yo nunca olvidaría tu rostro, aun cuando hace mucho que
no pasas por casa – me decía ella totalmente convencida y mientras mi hijo tenía
una cara de risa que no la podía oculta
-
Papi…
¿tú te llamas Sergio? – dijo muy calladito mi pobre bebe, más divertido que
asustado he de confesar
-
No
campeón, no me llamo Sergio, la señora debe estarme confundiendo con alguien
que ella conoce – dije un poco menos divertido que el, pero aun con la voz
llena de calma
-
¿Es
tu hijo?, pero que sorpresa, que bebe más precioso, porque no pasas por casa
para que lo veamos todos, a Gustavo le daría mucho gusto verlo – a estas
alturas estaba ya pensando en seguirle la corriente y decirle que pasaría un día
de estos, pero mi conciencia no me dejaba, seguro dentro de varios años yo sería
un viejito igual de intransigente
-
Si
es mi hijo, gracias por sus palabras, pero le repito que yo no me llamo Sergio,
y no tengo ningún amigo que se llame Gustavo, créame recordaría perfectamente a
una señora tan amable como usted – creí que esto sería suficiente para
convencerla… pobre iluso…
-
¿Gustavo
tu amigo? Pero si vivías en nuestra casa, ¿no recuerdas que hasta habían pensado
en ir al extranjero a casarse?, por eso me sorprendió tu precioso hijo – ok, mi
paciencia tiene límites, una vieja necia está bien por un rato pero ya era
suficiente! Además mi hijo tenía los ojos cada vez más abiertos, ni en el cine
lo he visto poniendo tanta atención a un dialogo, y no digamos a los demás compradores
de frutas que parecían comprar en cámara lenta y cada vez más cerca de las
naranjas
-
Insisto
en que se equivoca señora, no soy gay y no tengo nada contra ellos, pero no lo
soy, no conozco a ningún Gustavo y tampoco a usted. Que tenga una buena tarde y
con su permiso tenemos que seguir comprando – vieja loca! Ya por que esta
canosa quiere que uno la aguante
-
Lo
siento Sergio, no quise avergonzarte, me alegra tu cambio en la vida – ¡UTA!, ¡qué
parte no entendió la vieja pendeja! Por lo menos parecía que el único encabronado
era yo, el resto del público, incluyendo mi simpático bebe, estaban casi retorciéndose
de la risa
-
A
ver señora, como le explico que no soy el Sergio que usted recuerda, como
quiere que se lo demuestre y créame, nunca he estado a punto de casarme con su
hijo Gustavo – dije tratando de recobrar la calma y sonriendo un poco con el
malentendido
-
Que
no digas tu pasado lo entiendo, ¡pero que niegues a mi Gus no tiene nombre! –
ok ok ok, la viejita se nos estaba poniendo violenta, estaba tomando con
demasiada fuerza su bastón y a simple vista parecía que un golpe con ese
artefacto debía doler
-
No
señora no se ponga así, pero le prometo que no soy quien usted cree – busque mi
billetera para mostrar mi identificación, pero esta vez la había dejado en el
carro, la necesitaba ¡ESTO ERA UNA EMERGENCIA!
-
¡No
estoy loca Sergio! Eres un malagradecido, gracias a nosotros pudiste graduarte
de médico, y ¡ahora lo niegas!– grito encolerizada,
vieja loca me estaba asustando, era suficiente no podía seguir con esta conversación,
debía terminar en ese instante
-
Señora
¡YO NO SOY! Sergio, que tenga una buena tarde -
di media vuelta y empecé a caminar en dirección contraria a ella
mientras mi hijo aun no sabía si reír o asustarse
La señora al vernos partir simplemente se
volteo y nuevamente inicio a tomar manzanas como que si nada hubiera pasado,
con la mirada un poco apagada. Después de aquel momento extraño y por demás incomodo,
retome la calma con mi asistente estrella y terminamos de recopilar todo lo que
teníamos pendiente, llenamos la pequeña carretilla y nos encaminamos a las
cajas para pagar, las cuales estaban cerca del pasillo de frutas y verduras
Al llegar a aquel lugar, mi curiosidad no pudo
ser controlada y volteé mi mirada buscando a aquella pobre señora, la cual seguía
tomando manzanas, tras de ella había un hombre de unos cuarenta años, mientras
el pobre hombre tomaba naranjas la señora volteo nuevamente llena de vida y …
-
¡Sergio!,
¡Tu eres Sergio!, ¡Como has estado mi niño! Hace tanto no te veía
-
¿Perdón?
– dijo aquel pobre hombre con más cara de susto que yo, y no pude evitar reírme
a carcajadas, pobre hombre, no sabía lo que le esperaba
Cuando terminamos de pasar nuestras cosas por
la caja, le dije a la señorita que nos atendía
-
Pobre
hombre, y pobre señora, debe estar confundida, ¿viene ella muy seguido a esta
tienda?
-
Sí
señor, viene todos los martes, jueves y sábados, y todos los días que viene ve
a unos 8 o 9 Sergios
-
¡QUE!
Y no saben donde vive, o que hace, para llamar a su casa – dije entre divertido
y preocupado
-
Si
sabemos donde vive y sabemos a quién llamar, a su hermana mayor, pero lo que
pasa es que ella viene a comprar las manzanas para su hermana mayor que está en
casa coma, porque la otra hermana es medio loca – JAJA ¡esta es la hermana
cuerda! Ya mi angustia era enorme
-
Ok,
gracias, puede decirme donde vive, la iremos a dejar nosotros – pensando en el día
que llegue a viejo y también confunda a las personas, y mostrarle a mi hijo lo
que es un buen gesto…
Aquel día de supermercado jamás se le olvidara
a mi hijo y creo que a mí tampoco.
Algún día todos seremos viejos, si la situación
de nuestro país nos permite ese privilegio, tratemos a personeros de la tercera
edad con respeto, tengámosles paciencia y recordemos que ellos tienen mucho que
enseñar y nosotros mucho que aprender.
La fuimos a dejar y aprendimos varias cosas
aquella tarde
-
Tener
paciencia y ponernos en los zapatos de los demás
-
Recordar
que el tiempo no pasa por gusto y que cada día cuenta
-
Un
poco de humor en el día a día, no mata a nadie
Y por ultimo y no menos importante
-
NO
DEJAR JAMAS LA BILLETERA EN EL CARRO, LA IDENTIFICACION PUEDE SER DE MUCHA
AYUDA
-
Y
SIEMPRE CARGAR UN LETRERO QUE DIGA ¡YO NO SOY!
Desde entonces algunas veces me llamo Sergio en
el supermercado y mi hijo ha sido rebautizado como Andres, aun no sabemos por
qué, y hay una viejita que cree haber encontrado alguien de su vida pasada y
eso la hace feliz.
Dar una sonrisa no quita nada y enriquece mucho