Finas ropas y lento andar, mirada elevada y barbilla altiva, como quien se ofende si ve en otra dirección que no sea las alturas, murmullos por donde pasan, al encontrarse en grupos del mismo tipo, ríen sin parar, no saben porque, pero la imagen lo es todo, el resto del mundo debe verlos así, llenos de éxito, felicidad y quien sabe que más.
Mi café se va consumiendo lentamente, mala calidad, pero alto precio, me quede atrapado en un rincón de apariencias, como una escala entre dos vuelos, solo que aun menos entretenida, en el circo moderno, centro comercial le llaman algunos, prisión del consumo podríamos decirle también.
El desfile no se detiene, todos mostrándose a mas no poder, quieren mostrar el teléfono más moderno, el calzado más caro, el traje de mejor marca, hablan de viajes, destinos y experiencias, no hablan de lo que leyeron, comieron, bebieron o respiraron, hablan de lo que compraron, como mostrando trofeos de la caza moderna, trofeos del lugar conquistado, como quien colecciona estampas de viaje, solo le importa decir que estuvo y fue, mas no le importa conocer.
Mi café sigue caliente, y sigue de mala calidad, que se le va a hacer, debo esperar y no hay más lugar que este, así que no tengo más remedio que ver, el desfile de lo vacío, de la apariencia, aunque en los últimos minutos, en una mesa cercana apareció una esperanza, alguien con un libro y su mirada inmersa en ese otro mundo que vive entre sus páginas, sin interés en el resto de la humanidad, disfrutando de lo que sea que estuviera viviendo su mente mientras paseaba entre párrafos.
Sin ropa cara, sin aparentar, solo un libro y un vaso de agua, el resto veía con desdén, un ser tan diferente que no pertenecía a ese lugar, quienes atendían el lugar parecían pensar que malos son para el negocio quienes no necesitan comprar para ser felices, un café y nada más, los especímenes distanciados del consumo definitivamente son malos para el negocio, deberían sacarlos del lugar, no sea que contagien a alguien con esa actitud irreverente.
El desfile sigue, pero quien lee no lo percibe, el sordo ruido de lo vacío sigue andando y los dueños del café se impacientan, no puede ser que alguien se embelese tanto con un puño de hojas y no piense en comprar más, sonrío en mis adentros mientras mi terrible café, ahora frio, sigue sin bajar de nivel, que mal negocio somos para este café.
En este mundo de ruido vacío, de apariencias generalizadas y búsquedas por querer comprar para llenar las carencias, la vida pasa, algunos la viven, otros la ven pasar.
Que la vida te regale libros, sonrisas, vinos, vivencias y aventuras, que el deseo consumir por consumir no te consuma y que vivas con intensidad cada momento.
El café terrible, el lugar vacío, la humanidad apagada… pero la vida sigue gritando que está allí, al alcance de tus ojos, de tus manos y de tu alma.