miércoles, 4 de abril de 2018

Aquel mítico partido


El estadio estaba lleno a reventar, había espectadores por doquier, unos se abalanzaban sobre otros para tener la mejor vista del campo, vestían uniformes de sus equipos, llevaban pintas en el rostro y cantaban, o algo parecido, los himnos de su afición, había gritos, había algarabía, había ansiedad, había adrenalina corriendo por las venas de cuantos estaban allí presentes esperando, casi angustiados, casi a punto de colapso nervioso, la presentación en el campo de aquellos jugadores que vestían sus colores y con orgullo les representaban en el campo de batalla.

El sol quemaba la piel, el viento frio aliviaba las quemaduras, los ecos y canticos a todo pulmón inundaban aquel recinto que no tenía espacio para albergar un ser más, se escuchaban vítores, se escuchaba a los seguidores gritar los nombres de sus jugadores preferidos, se cruzaban miradas entre seguidores rivales, había explosiones en donde esas miradas de cruzaban, y cada uno quería que sus cantos se escucharan más que el de los rivales.

Lentamente fueron apareciendo, por el costado del campo, los encargados de poner orden en aquella batalla que estaba por iniciar, los árbitros entraron solemnemente, con balón en mano y seguidos de dos filas de jugadores que estaban a punto de dejar el alma sobre aquel espacio cubierto de grama verde y fresca, parecía como que en el campo no se escucharan los gritos y todo sucediera en cámara lenta y en el más absoluto silencio, miradas concentradas de gladiadores preparados castigar el balón con fuerza, para hacerlo bailar con dulzura, para hacerlo rebotar con habilidad y para hacerlo girar velozmente.

La energía que rodeaba aquel espacio verde estaba al máximo, las camaras capturaban los momentos, los jugadores en su posición, la elegancia de los porteros como guardianes últimos de sus arcos, los defensas como línea protectora, el medio campo lleno de agilidad y los delanteros con la chispa y velocidad que les caracteriza, todos preparados para dar el máximo y llevarse la victoria, llevarse los aplausos, retribuir a su afición el apoyo y la pasión.

El silbato sonó y el partido inició, hubo de todo, saltos, tiros largos y cortos, jugadas de ensueño, atajadas de película, goles de campeonato, gritos de apoyo, gritos de reclamos a los árbitros, pasiones encendidas, gritos  de alineación entre los jugadores, empujones, saltos, bailes, arte hecho deporte, fantasía sobre césped y con un balón a los pies, elegancia por los aires, seguridad en las atrapadas, un verdadero deleite para los sentidos, una exhibición de pasión, habilidad, mente y corazón.

El silbatazo final se hizo presente, los gritos y aplausos inundaron aquel templo deportivo, una que otra lagrima de emoción rodo en los rostros de los aficionados, los antes gladiadores se formaron y, como caballeros del deporte, se saludaron unos a otros felicitándose por lo allí acontecido, con los rostros y uniformes empapados de sudor y manchados del verde del campo de batalla, unos y otros celebraron el espíritu del deporte, fundiéndose en un abrazo de hermandad.

No fue la Champions, tampoco el mundial, no fueron las eliminatorias mundialistas ni ninguna liga de primera división, si usted no ha estado en un partido de futbol de la liga infantil no sabe lo que es pasión, adrenalina y emoción, ¡y ya con esta edad se sale del partido hasta con hipertensión!

Un brazo a todos esos niños que con pasión nos muestran que el deporte puede unir, se puede disfrutar, que por sobre la competencia está la camaradería y el compañerismo y vale la pena sonreír; mis felicitaciones a esos padres, madres, abuelos, hermanos, tíos, amigos, etc. que llegan, como fanáticos de primer nivel, a apoyar a los niños, a motivarlos a seguir y enseñarles lo profundo del espíritu deportivo, la disciplina, el respeto y la inclusión; un saludo a los entrenadores, que dejan alma, corazón y algunas veces el hígado, en cada enfrentamiento.

Porque los niños tienen mucho que enseñarnos y el deporte mucho que aportar, porque el respeto impere y el deporte sea un pilar de enseñanzas de vida para nuestros hijos.



A sorbos

Sorbo a sorbo se va consumiendo el café de aquella mañana, día nublado de junio en el que el cielo parece informar que pronto dejará caer go...